
Muchos líderes políticos están logrando -y ejerciendo- el poder a través de exaltar los instintos más primarios de los seres humanos como el miedo, la inseguridad, la agresión, la venganza, la intolerancia.
Veamos sólo algunas frases célebres de estos ‘líderes’.
El Presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, entre muchas otras brutalidades, ha sido capaz de decir “Estos hijos de p… están destruyendo a nuestros hijos. Si conoces a algún adicto, ve a por él y mátalo tú mismo porque conseguir que sus padres lo hagan será muy doloroso”.
Por su parte, el Primer Ministro de Italia Matteo Salvini se precia de tener muchos enemigos y proclama que dejará a su país libre de migrantes y gitanos.
Y el Presidente de Brasil, Jail Bolsonaro, entre sus ‘perlitas’, se ha proclamado “favorable a la tortura…” e insultado a los afrodescendientes diciendo: “Creo que ni para procrear sirven”.
¡Qué comentar del Presidente de Estados Unidos! Se supone el país más poderoso del mundo. Tal vez por lo mismo, Donald Trump se siente con el permiso de decir lo que se le plazca y donde se le ocurra. Es impulsivo, autoritario, procaz. Disfruta de su agresividad. Habla poco, escribe en 140 caracteres; se podría afirmar que escupe por Twitter.
El líder norteamericano se ha referido a otras naciones como “países de mierda”; al embajador de un país amigo lo calificó de “estúpido”, a las mujeres las trata como objetos sexuales con dichos machistas y groseros; a los inmigrantes latinos, africanos y asiáticos los define con desprecio y prejuicio racista.
El machismo de Trump raya en la misoginia y su racismo en el nazismo. ¿Hay que ser de origen ario como su mujer o él mismo para ser bienvenido en ‘USA’?
Todo esto sería una anécdota si el uso del lenguaje no tuviera consecuencias. Las palabras de odio producen sentimientos negativos en quienes son ofendidos y también propagan el odio entre quienes se sienten en desventaja o amenazados en este mundo incierto.
Resulta doloroso ver una aclamación en un mitin convocado en el estado de Carolina del Norte apoyando los dichos de Donald Trump contra congresistas mujeres de origen inmigrante. Y más alarmante, que una persona como él pueda ser reelecta. Cabe señalar que Duterte, Salvini y Bolsonaron también son populares. ¿Qué nos está pasando como sociedad?
Estamos viviendo un peligroso y silencioso deterioro del diálogo democrático junto a un creciente descrédito de la política y de la propia democracia y sus instituciones. Pero también, estamos frente a una preocupante ausencia de líderes positivos.
En tiempos difíciles, grandes hombres y mujeres fueron capaces de reconciliar a sus pueblos y encauzarlos por caminos de paz y progreso. ¡Cómo no destacar a Nelson Mandela! El líder sudafricano hablaba siempre tratando de unir con la convicción de que “cuando dejemos que nuestra luz brille, inconscientemente damos permiso a los demás para que hagan lo mismo”.
O a un Vaclav Havel, poeta y escritor checo que llegó a ser presidente de su país con plena conciencia del valor de las palabras: “Las palabras son capaces de sacudir toda la estructura del gobierno,…. las palabras pueden ser más poderosas que diez divisiones militares”. Y enfatizó que “las cosas están mal cuando palabras como amor suenan cursis en la era espacial”.
Imposible no destacar en la actualidad a la canciller alemana Angela Merkel, quien con un liderazgo serio y austero, nunca ha perdido de vista -y así lo ha proclamado- que “cuando se trata de la dignidad humana, no podemos ceder”.
En tiempos en que el equilibrio tiende a perderse en visiones polares y antagónicas, cuando el lenguaje primitivo y odioso es el arma más poderosa para exaltar la emocionalidad por sobre la racionalidad, cuando los sentimientos de temor, inseguridad y desconfianza terminan cediendo ante la quimera de un líder autocrático, tenemos la imperiosa necesidad de volver a los ejemplos de quienes aportaron a construir un mundo mejor, con palabras de esperanza, optimismo, motivación y empatía con los demás.