Hasta encontrarte: la historia de Anna y Francisca, hija y madre separadas por una adopción irregular
Desde 2019, Anna Bohrn buscaba a su madre y llegó hasta Temuco tratando de encontrar sus orígenes, sin saber que Francisca Cifuentes también la buscó. Esta es la historia de cómo los caminos de estas dos mujeres se volvieron a juntar y tomadas de la mano protestaron fuera de tribunales por cómo ha sido la investigación de las adopciones irregulares en Chile.
“Los niños adoptados necesitan ayuda para encontrar a sus madres y las madres necesitan ayuda para encontrar a sus hijos”.
Anna Bohrn (49 años) no titubea al responder cuál fue una de las razones que la motivó a viajar nuevamente a Chile desde Estocolmo durante la semana pasada.
Tal como ella, existen alrededor de 20 mil casos de niños y niñas que fueron víctimas de adopciones irregulares durante la dictadura de Augusto Pinochet. De ellos, al igual que Anna, cerca de 1.700 han pasado los últimos años de su vida buscando respuestas y raíces.
Bohrn estuvo en Ginebra, en septiembre pasado, presentando junto a Hijos y Madres del Silencio (HMS) el caso de las adopciones irregulares ocurridas en Chile ante el Comité contra la Desaparición Forzada de las Naciones Unidas.
A la fecha, HMS ha logrado concretar más de 360 reencuentros de madres, padres y familias separadas de sus hijos e hijas durante la dictadura.
Según detalla Anna, el caso de los hijos que fueron víctimas de adopciones irregulares será visto por el comité como trata de personas, lo que obligará a Suecia y Chile a involucrarse en la reconexión de las familias “antes de que sea demasiado tarde”.
Pero ella no solo ha trabajado desde “el lado chileno”, como lo llama, sino que es una reconocida activista en la capital de Suecia.
En una de esas actividades se encontraba, mostrando su labor para un documental que realiza una periodista de una radio sueca, cuando, de pronto, recibió una llamada.
—De la nada, desde Hijos y Madres del Silencio me llamaron un día y me dicen Anna, debes subirte corriendo a un taxi y venir acá, ahora. Eso fue lo primero que me dijeron y les dije OK, pero, ¿por qué? No entendía el por qué. Y ellos me dicen: encontramos a tu madre.
A diferencia de otros casos de adopciones irregulares ocurridas en Chile, a la madre de Anna no le dijeron que estaba muerta al momento de dar a luz, sino que estuvieron juntas por varios meses antes de ser separadas.
—Eso fue el viernes pasado, el Día de la Mujer. Yo no estaba preparada para esto, ya me había dado por vencida, porque he estado aquí en Chile tantas veces antes y nadie sabe nada de mí. Ya me había rendido y ahora ella está aquí, comiendo al lado mío.
Buscando a Patricia
Patricia Alejandra Reines Cifuentes nació en Victoria, Región de La Araucanía, el 12 de abril de 1976 y alcanzó a estar en los brazos de su madre durante nueve meses.
María Francisca Cifuentes Muñoz tenía 18 años cuando quedó embarazada de un hombre que conoció trabajando en una cocinería del mercado de Victoria y que dijo ser soltero. Al momento de ser confrontado para reconocer a su hija en gestación, decidió desconocer dicha relación.
Molestos por la presencia de la guagua, la familia de la joven madre le ofreció que fuera a trabajar al campo, a la casa de un tío, y que dejara a la pequeña Patricia al cuidado de sus tías, debido al frío y la lluvia que podría afectarla. Tras tres días de trabajo en el campo, recuerda Francisca, volvió a buscar a su hija. Pero la pequeña Patricia ya no estaba en casa de sus familiares.
—Me quise morir. Les dije que no podía ser, que no me podían arrebatar a la niña de esta forma.
Con la voz firme de quien ha buscado respuesta sin flaquear durante años, la madre narra cada detalle del camino que le trajo de vuelta su hija a sus brazos después de más de cuarenta años.
—Mi tía me dice que la fueron a dejar a Temuco a casa de familiares, pero allá no tenemos familiares nosotros. Así que ahí yo la empecé a buscar, a buscar en la región, anduve por los hospitales, por Carabineros, pero en ese tiempo no dejaban nada escrito, nada, como que no les importaba a ellos, porque estábamos en plena dictadura. Yo dije: para mí que mi tía la entregó al hospital o a una casa de niños, de menores, pero nunca me quisieron decir.
La joven Francisca llegó así a golpear las puertas del entonces Juzgado de Letras de Menores, tribunal que entre 1971 y 1994 estuvo a cargo de la jueza y fiscal judicial de la Corte de Apelaciones de Temuco, Tatiana Román Beltramin, un nombre clave que se repite en los casos de adopciones irregulares en Chile.
—Pero ella no me atendió ni nada, sino que lo único que me dijo, porque parece que era hora de colación, me dice aquí no hay nada que hacer, aquí no hay nada.
El tiempo pasó y Francisca perdió la esperanza. En cada niña que veía en la calle y que se parecía a ella, relata, buscaba la cara de su hija. Pero ninguna de ellas era Patricia. Con los años se casó con quien fue su pareja durante 27 años y tuvieron un hijo.
—Pero mi hijo se me murió a la edad de un año con 23 días, por una muerte súbita, el mismo año en que se le murió el hijo al Coco Legrand. Y después falleció mi marido. Yo quedé sola, porque yo con mi familia no converso por el mismo problema de Anna. Los hermanos de mi mamá fallecieron y ellos sabían la verdad y nadie nunca me dijo nada, nadie me dijo nada. Antes de morir mi marido me decía tú no vas a estar sola, tú vas a encontrar a tu hija, la vas a encontrar, la vas a encontrar.
Y así, los días y los años pasaron hasta el jueves 7 de marzo de 2024.
Los mismos ojos, la misma voz
—A mí me llamó una señorita el día jueves de la semana pasada y yo pensé que era una estafa. Yo vivo sola con un sobrino que es camionero, que vive saliendo de Victoria, entonces me tiene dicho que no conteste el teléfono, que no diga que soy yo, que pregunte que necesitan.
“Es algo fuerte lo que le voy a decir”, le advirtió desde Santiago la voz al otro lado de la línea. “Dígame, yo estoy preparada para todo porque he pasado por tanto”, respondió Francisca. “¿Usted qué sabe de Patricia Alejandra Reines Cifuentes?”.
A Francisca se le pararon los pelos. “Es mi hija”.
Así, Francisca supo que Anna estaba en Santiago, que ella también la estaba buscando, y desde la organización Hijos y Madres del Silencio le propusieron que se conocieran, si ella quería, en Victoria. Pero ahora Francisca no dejaría que las cosas no se hicieran a su manera.
—No, le dije, yo voy al tiro, viajo, qué tengo que hacer. Ahí me dicen mañana usted va a venir en avión, me sacaron un pasaje en avión. Viajé en el de las nueve. Cuando me llamaron a mí en la mañana, después me pasaron una videollamada en la tarde. Ahí yo le mandé una foto mía a la Ana María (Olivares, de Hijos y Madres del Silencio) y… somos las mismas.
Anna cuenta que tiene su celular lleno de fotos y, ciertamente, el parecido es innegable. Con pudor, Anna asegura que es muy extraño estar sentada junto a su madre cuando su búsqueda en Chile se centraba, en el mejor de los casos, en encontrar su tumba.
—Es exactamente igual a mí, se escucha igual a mí. Yo tengo una marca en la cabeza, ella tiene una marca en la cabeza. Tenemos los mismos puntos en nuestras caras.
—Somos las dos con el pelo enchochado. Tenemos los mismos, no sé, los mismos gestos. Yo le digo que nos parecemos en lo alocadas, en la risa, en la voz ronca, todo.
—Yo no me he hecho ni ella se ha hecho una prueba de ADN, pero cuando la vi dije, ¡oh Dios mío! Es como esos filtros de Snapchat, sabes? Cuando me mostraron la foto, porque primero me la mostraron en fotos, les dije ¿le pusieron un filtro a mi foto? Y me dijeron no, esta es tu madre (hace una pausa) Esta es tu madre. Y ahí comencé a llorar, por supuesto.
—Siento una alegría enorme, porque yo no tenía nietos ni hija. Es una felicidad muy grande, porque yo nunca había pensado eso. Yo venía con miedo de Victoria, porque pensé que podía sentir un rechazo de Anna, pero no fue así, fue un apego grande. Como que los tres ángeles que tengo en el cielo me ayudaron mucho.
La historia de Anna con sus padres suecos
Una de las teorías de Anna sobre su pasado es que ella vivió más tiempo con la familia biológica en el sur de Chile antes de ser dada en adopción, ya que sus padres adoptivos le contaron que ella tenía cerca de un año al momento de ser adoptada. “Ellos (los familiares de su madre) necesitaban deshacerse de mí”, dice con voz firme respecto a su origen.
Y algo de ese sentido de despojo es lo que ella aprendió de su historia.
—Mis padres me contaron que me habían abandonado en un parque y que desde ahí me llevaron a un centro de menores.
Anna asegura que al confrontar a su madre adoptiva, quien falleció hace algunos años, sólo se limitó a contarle que su familia de origen era muy poderosa en Temuco, por lo que era mejor dejar las cosas como estaban.
Anna revela otro detalle estremecedor respecto a su búsqueda: en uno de sus viajes a Chile en 2019 se realizó un test de ADN que la vinculó directamente con su padre, con quien se contactó luego de que familiares hablaran con HMS tras una entrevista en que contaba su historia y que fue publicada en un diario local. En ese momento, él le dijo que no sabía nada de su madre. Anna dice no entender cómo su padre no fue capaz de contarle a Francisca sobre su búsqueda.
La Región de La Araucanía es la zona de Chile que registra más casos de adopciones irregulares durante la dictadura.
La mayoría de estos casos corresponden a niños y niñas mapuche que fueron entregados a matrimonios en Suecia y otros países de Europa a través de agencias de adopciones irregulares que se relacionaban con diversos funcionarios públicos en nuestro país.
Eso fue lo que sus padres le contaron a Anna, que todo había sido hecho de manera regular, pero cuando los casos comenzaron a salir a la luz y las preguntas no tenían respuesta comenzaron a sentirse engañados por la forma en que la agencia les contó sobre ella.
Embarcada en su búsqueda, Anna cuenta que su padrastro sueco siempre la apoyó desde el primer momento en su travesía de vuelta a Chile.
—Él me dijo algo antes de morir. Sólo cinco días antes de morir. Él me dijo: Anna, quiero decirte que creo que fuiste muy amada en tu primer año de vida, a pesar de que no sepamos qué pasó en realidad, porque tú eres muy cuidadosa y preocupada de las demás personas, y te respeto mucho porque le estés dando esta oportunidad a tu madre biológica de encontrarte. Y cuando él me dijo eso pensé, sí, quizás por eso nunca me deprimí. Y ahora que conocí a Francisca, mi madre, me pude dar cuenta, lo pude ver. Porque estuve con ella cada día de mi vida durante nueve meses, dormía con ella, ella me contó que me llevaba a su trabajo, que ella trabajaba en un restaurant. Toda mi vida adulta había querido trabajar en restaurantes, porque los amo, me encanta el ambiente de los restaurantes y siempre había querido trabajar en uno. ¡Y ahora sé por qué! Eso es lo que ella me cuenta: que me llevaba a todos lados y estaba orgullosa de mí, que me ponía ropa linda y era su princesa. Entonces, mi padre tenía razón: fui muy amada.
Anna y las adopciones irregulares: “Chile sigue cometiendo crímenes contra nosotros”
Respecto a las declaraciones del juez Jaime Balmaceda, quien aseguró que no habría delito en los casos investigados judicialmente respecto a adopciones irregulares, Anna cree que el juez tiene miedo.
—Porque nosotros, con otras tres organizaciones de adoptados, presentamos una queja el 15 de febrero en el Parlamento de Suecia sobre la investigación en Chile. Esta queja significa que nosotros queremos saber cómo se ha hecho esta investigación, porque según nosotros es contraria a la ley internacional. Todos los abogados con los que hemos conversado nos han dicho lo mismo, en Suecia y en Naciones Unidas: esta investigación es contraria a la ley internacional. Este es el típico caso de un hombre que tiene miedo de lo que ha hecho.
Anna va más allá y plantea con certeza que a su juicio este es un caso de corrupción en la investigación judicial, ya que en 2018 se logró establecer que Tatiana Román era una de las juezas que hizo posible que existiera el tráfico de niños desde Chile a Europa, pero que en ese momento no se sometió a proceso y el tiempo pasó hasta que finalmente ella falleció.
—Él es un hombre astuto, pero lo que él no entiende es que nosotros somos adultos ahora y que sabemos cómo funciona el sistema penal en el resto del mundo. El mundo lo está mirando. En Suecia, tenemos un dicho que es patear a alguien que ya está muerto. Él solo puede patear ahora a las madres, porque son viejas o no tienen mucho que decir y eso es horrible, es horrible.
Agrega que para ella, cuando el juez a cargo de la investigación de las adopciones irregulares entrega estas declaraciones, “Chile sigue cometiendo crímenes contra nosotros. El gobierno de Suecia y el gobierno de Chile deben asumir su responsabilidad”.
En este sentido, resalta la labor de las ONG que trabajan por el reencuentro de las madres y sus hijos e hijas y en búsqueda de justicia.
—Nosotros nunca vamos a parar. Nunca vamos a parar por todo el dolor que muchos adoptados han sufrido. Nunca nos vamos a quedar callados. A pesar de que yo haya encontrado a mi madre, nunca, nunca voy a dejar de trabajar con ellos, porque aún quedan miles de madres que necesitan saber que sus hijos están vivos y que han tenido una buena vida.
—¿Qué piensa de los papás suecos de Anna? Si pudiera, ¿qué les diría?
—Que la criaron bien, le dieron buena educación, todo. Y por eso ella es como es y los nietos igual. Le agradecería, porque gracias a ellos la niña no está muerta. Porque hubiese sido distinto si hubiese muerto y una no sabe nada. Bueno, ahí no sé qué hicieron los papás de Anna, uno no los puede juzgar tampoco porque no están vivos.
—Anna, ¿qué piensas sobre Patricia Reines, esa niña que fuiste?
—Oh, no lo sé! Lo único que sé es que mi familia siempre me dijo que ya era pobre, que nadie me quería, que me dejaron en un parque. Esa era mi historia, porque era lo que siempre me habían dicho. Que nadie me amaba y que era pobre. ¿Por qué? Porque eso era lo le dijo la agencia sueca de adopciones a mis padres. Pero ahora sé que cuando vine a Suecia era mayor de lo que le dijeron a mis padres. Y también venía con bonita ropa, con una chaqueta linda y zapatos caros. Y estaba bastante bien cuidada. Cuando yo me comparo con otros niños que vinieron a Suecia pienso que yo tenía una buena vida acá en Chile antes. Nunca sabré cómo sería Patricia ahora, pero creo que seríamos la misma persona, porque somos la misma esencia. Yo hubiese podido estudiar y hubiese podido trabajar acá en Chile tal como lo hice en Suecia. Nunca he tenido rabia porque fui adoptada, porque tuve una buena vida en Suecia.
Anna se toma unos minutos antes de continuar, como tratando de ordenar la avalancha de pensamientos y emociones de los últimos días.
—Tal vez ahora, cuando vuelva a casa, piense en eso. Porque aquí también se vive bien. Y eso lo sé ahora. Antes siempre pensé que sería pobre, y ya sabes, ahora tengo otra historia. Lo importante que pienso ahora es que muchos adoptados en Suecia nunca se sintieron incluidos en la cultura sueca o incluso en sus propias familias. Muchos sufren problemas sicológicos y se sienten siempre muy mal, no todos, pero sí muchos. Y es una pena porque ahora veo Chile con mis propios ojos y pienso que tal vez les iría mucho mejor aquí.
—Por eso yo le digo a la Anna: hay que echar todo para atrás y empezar todo de nuevo nomás, empezar una vida de cero.
Los caminos de Anna y Francisca se volvieron a separar después de 48 años el miércoles 13 de marzo. Pero sólo por algunos meses. Anna volverá a Chile a estar al tanto de los avances de la investigación judicial y de la comisión investigadora especial de la Cámara de Diputados. Además, prometió ir a visitar a su madre a Victoria.
La madre, en tanto, se comprometió a que visitará a su hija y sus tres nietos en Estocolmo en junio, con la llegada del verano. Además, asegura que seguirá trabajando con las organizaciones de madres e hijos que sufrieron adopciones irregulares.
—Esto lo haremos juntas, por más madres y por más niños, para que también tengan este día hermoso, como lo tuvimos nosotras.