Un mundo nuevo para un país que envejece
Los contextos sociales no están reaccionando al ritmo necesario respecto de la inversión de nuestra pirámide demográfica y el aumento de los adultos mayores. Uno de principales obstáculos para emprender cuando se es mayor de 60 años es el acceso a créditos, pese a la baja morosidad demostrada. Tenemos el reto de desarrollar políticas que fomenten el empleo sin discriminación por edad y eliminar la jubilación obligatoria por el exclusivo criterio de los años cumplidos.
Berta Sepulveda Galvez es Asistente Social, Licenciada en Trabajo Social, Magister en Políticas Sociales y Gestión Local, Diplomada en Gerontología Social, Mediación Familiar y en Administración para la Gestión Gerontológica, Encargada de Vinculación con el Medio en el Centro de Estudios y Gestión Social de la Universidad Autónoma de Chile en Talca.
El aumento de la esperanza de vida y la disminución de la tasa de fecundidad está generando a nivel global, un crecimiento significativo en la población de adultos mayores: se espera que entre los años 2007 y 2050 el actual número de adultos mayores se duplique, superando los 2.000 millones en todo el mundo.
En Chile, el proceso de envejecimiento de la población también ha ido en aumento. Según datos de la CASEN 2013, en el país viven 2.885.157 personas mayores de 60 años –adultos mayores según la definición de Naciones Unidas- y una proporción importante de ellos son mujeres. Un cambio demográfico que plantea varios desafíos.
Potenciar las capacidades de las personas cuando envejecen, para llevar una vida productiva en la sociedad y en la economía, es lo que se ha denominado como “envejecimiento activo”. Una tendencia que hoy es masiva en el segmento de los adultos mayores, demandando así un nuevo espacio en la sociedad: un 81% de ellos declara ser autovalente y la tasa de ocupación llega en los hombres al 43% y al 16% en las mujeres.
Ante tal escenario, emerge como oportunidad el emprendimiento desde los mayores como una interesante posibilidad de mantenerse en actividad constante. Ello supone políticas orientadas específicamente a este grupo en materia de empleabilidad, capacitación y salud, que permitan que el prolongamiento de la vida económicamente activa no sea sólo una respuesta coyuntural a pensiones bajas (que en promedio, bordean los $200.000 según la CASEN), sino que se conviertan en una oportunidad social: continuar explorando y desarrollando habilidades, permite neutralizar la tendencia al aislamiento social y la depresión en este segmento demográfico.
El emprendimiento en este grupo etario tiene una mayor tendencia a la integralidad que en cualquier otro, pues no se limita al interés productivo en un extremo, ni al voluntario por el otro, dando paso a un abanico de posibilidades. Por ello, se deben generar matrices de análisis especializados para apoyar el emprendimiento en mayores, que contemplen la diversidad en las capacidades, los niveles de dependencia e interdependencia, así como importantes diferencias de género.
Los contextos sociales no están reaccionando al ritmo necesario respecto de la inversión de nuestra pirámide demográfica. Uno de principales obstáculos para emprender cuando se es mayor es el acceso a créditos, pese a la baja morosidad demostrada. Tenemos el reto de desarrollar políticas que fomenten el empleo sin discriminación por edad y eliminar la jubilación obligatoria por el exclusivo criterio de los años cumplidos.
Como debate pendiente está el generar normas y sancionar toda forma de exclusión, ofrecer calificación laboral permanente, alfabetización digital, desarrollar programas de integración intergeneracional -tanto empresarial como institucional y universitaria- dando valor al conocimiento y experiencia de los mayores; ofreciendo así incentivos para innovar, para asociarse y desarrollar empresas con personas de diversas edades.