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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Acabaron con el árbol, pero no con las raíces

No puedo seguir siendo cómplice de este silencio. Me ha sorprendido la frialdad con que algunos parlamentarios de nuestro país deciden dar la espalda a tantas personas a quienes hoy se le niegan los mismos privilegios que ellos demandan.

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Ricardo Sande es Director ejecutivo ONG Empodera. Consejero político de Chile Vamos. Ex presidente FEUC.

La semana pasada tuve la oportunidad de participar de un foro en la ciudad de Panamá, organizado por la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia. Allí, pude conocer y compartir con personas de todo el continente, intercambiando ideas, sueños y propuestas, pero principalmente experiencias.

Escuchando testimonios de jóvenes de distintos países latinoamericanos, me di cuenta que el movilizarse por lograr una nación diferente, el articularnos como sociedad, la posibilidad de decir lo que pensamos, el exigir una prensa que nos informe lo que sucede (y no lo que el gobierno quiere que informe) o escribir una columna como la que están leyendo, son para muchos, privilegios negados hoy por populismos y totalitarismos.

¿Creen que ponerle el nombre de revolución justifica la represión y censura? Hemos visto cómo muchos de estos actos se hacen invocando la “voluntad del pueblo” ¿Desde cuándo el pueblo está compuesto sólo por los que piensan igual? A mí parecer, lo que hay es miedo. Miedo a las ideas contrarias, miedo a la oposición, miedo a la sociedad organizada y miedo a perder el poder.

Pude conocer personas como Raudel Collazo, un cubano que desde  la música combate la censura y lucha por cambios profundos en su país. Su testimonio conmueve, su música expresa y transmite en alguna medida lo que ellos sienten todos los días. “Hablaron de igualdad y nació la supremacía” cantaba y ese es, justamente, el origen de la injusticia: Han predicado con la igualdad, pero han hecho todo lo posible para seguir siendo ellos – los gobernantes – los que disfrutan del privilegio de decidir el curso tanto de sus vidas, como las de todo un país.

No puedo seguir siendo cómplice de este silencio. Me ha sorprendido la frialdad con que algunos parlamentarios de nuestro país deciden dar la espalda a tantas personas a quienes hoy se le niegan los mismos privilegios que ellos demandan. Porque los ex dirigentes estudiantiles Camila Vallejo, Giorgio Jackson y Gabriel Boric fueron los que rechazaron las detenciones injustificadas en Chile, los que sacaron miles a la calle y que alegaron represión, fueron ejemplos de articulación estudiantil en todo el continente, y fueron ellos los que han decidido olvidar a los miles de venezolanos que son baleados mientras protestan, que son detenidos por sus convicciones políticas, que son reprimidos de forma criminal y que ni siquiera pueden movilizarse por sus ideales.

Algunos dirán que estos países quedan lejos, otros podrán decir que ellos son los que decidieron tener ese gobierno, y sin duda alguna, no faltarán los que dirán que soy un supuesto  heredero de actos cometidos antes de que naciera. Yo les digo: inventen la excusa que quieran, estoy disponible para condenar los abusos de cualquier gobierno, sin importar su posición política ¿Pueden ustedes decir lo mismo?

Pero a pesar de todo, hoy no escribo con lástima o compasión, escribo con esperanza. Una que no está basada en un concepto, en ideas políticas, en las leyes o en los organismos internacionales, sino que en algo mucho más simple: en el ser humano. Porque somos libres desde el momento de la concepción y tendemos siempre hacia esa libertad. Puede ser que existan aquellos que intenten coartar los derechos de algunos, pero no será por mucho tiempo, porque la libertad no la entrega un gobierno, no la entrega una ley, ni un tercero, sino que reside en lo más profundo de nosotros.

Y es por esto que el disidente cubano cantaba “acabaron con el árbol, pero no con las raíces”, porque aunque repriman, coarten y violenten, jamás podrán aniquilar ese anhelo profundo de una Latinoamérica libre.

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