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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Los riesgos del 15 por ciento

Porque a Bachelet le da lo mismo, al menos hoy, si es un 15 o menos el porcentaje de gente que la respalda. Ella es la Presidenta.

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Rodrigo Durán Guzmán es Académico y periodista.

Año 2013. Las encuestas y sondeos varios la daban como la gran favorita. Su figura parecía incombustible y de ahí que todos, en su sector, se pusieran a sus pies con tal de que regresara al país para presentarse como candidata presidencial mientras, en paralelo, se definía el ethos de la nueva coalición que deambulo entre Nueva Mayoría para Chile o para Bachelet. El programa de gobierno y demases daban lo mismo.

La ex mandataria gozaba del prestigio y cariño de una nación que la vio retornar al nido regocijado en aquel mítico “he regresado a Chile porque la ciudadanía me lo ha pedido” en un marco de banderas rojas y vítores que anticipaban un triunfo holgado ante la rival de emergencia, Evelyn Matthei, quien logró darse el gusto de forzar una segunda vuelta (46,70% para Bachelet versus 25,03% para Matthei) donde el marcador fue lapidario: 62,17% para la actual mandataria contra un 37,83% para la actual alcaldesa de Providencia.

Con todo, parecía que Bachelet por fin cumpliría su anhelo de gobernar como ella quería y no como el otrora partido del orden ansiaba. Tres grandes ejes, plasmados en reformas (Constitucional, Educacional y Tributaria), eran la punta de lanza de un gobierno autodefinido como transformacional donde aún hacen eco las palabras del senador Jaime Quintana aludiendo a que llegaban con la retroexcavadora para “romper los cimientos del modelo neoliberal”. Sólo le faltó el adjetivo de “malvado” para hacer estallar a las huestes oficialistas. Pero, y como la evidencia no miente, tal parece que esa maquinaria pesada se quedó sin gasolina mucho antes de lo esperado.

Porque el actual escenario nos habla de una mandataria que ha roto todos los records de rechazo a su gestión logrando incluso, en agosto de 2016, ser la jefa de Estado con la evaluación más baja de Sudamérica (obtuvo un 15% de aprobación quedando por detrás de personajes tales como Nicolás Maduro y Horacio Cartés). Y Bachelet, generosa en cuanto a cuñas que luego se convierten en memes, no defraudó. Al ser consultada por los periodistas, ya en octubre de 2016, la presidenta se mostró optimista afirmando que “en la calle me paso encontrando con el 15 por ciento” en alusión a las escasas críticas que recibe de la gente siendo secundada por su ministro del Interior, Mario Fernández (Sí, nuestro país cuenta con Ministro de Interior).

Con todo, y por más que traten de bajarle el perfil a las encuestas, lo cierto es que hay preocupación en el gobierno por el derrotero que ha marcado la Nueva Mayoría. Y es que claro, bien lo saben en Palacio, que la gran jugada maestra del bacheletismo fue incorporar al Partido Comunista al gobierno no por una cuestión de ampliar el espectro sino porque, de esa manera, lograban manejar y controlar la calle. Seamos honestos: Si Piñera u otros hubiera sido el Presidente, por menos de lo que ha ocurrido en nuestro país el último tiempo, tendríamos un clima social marcado por marchas y protestas constantes. Pero no aquí, no mientras dure el mandato de la Nueva Mayoría.

Ahora bien, la experiencia y la literatura nos enseñan que cuando un gobernante no goza de un alto prestigio y su aprobación alcanza niveles ínfimos la cuestión es clara: nada que perder, todo por ganar. Porque la presidenta tiene asegurado su mandato hasta el 11 de marzo de 2018 y de ahí nadie la moverá. Por lo tanto, y considerando que la carrera presidencial ya está desatada, la jefa de Estado puede hacer y deshacer a su antojo. Lo anterior explicaría, por ejemplo, el rápido nombramiento de Javiera Blanco (en el contexto del incendio más voraz de nuestro país) como Consejera del Consejo de Defensa del Estado (CDE) afirmando que “Javiera cuenta con los méritos suficientes para el cargo” tales como los “jubilazos” de Gendarmería; la crisis en el Sename y Registro Civil, entre otros.

Cierto, recientemente abogados del CDE manifestaron su rechazo al nombramiento, pero bien sabe que, más allá de eso, a contar de marzo deberán recibir a Blanco a la espera de una posible reacción por parte del Senado que, dentro de sus facultades, es el único que podría dejar sin efecto el nombramiento. Bajo esta lógica, donde no tienes nada que perder, es muy probable que las chilenas y chilenos seamos espectadores de una serie de situaciones o hechos que darán que hablar, marcarán la agenda y darán cuenta de la indolencia de la mandataria porque ya no hay vuelta atrás, porque el punto de no retorno se pasó hace bastante rato y ahora sólo restan los descuentos para llevar adelante los grandes hitos de un gobierno que, en voces propias del oficialismo, será recordado como “el gobierno más transformacional desde el retorno a la democracia, muy similar al gobierno del presidente Salvador Allende”.

Convengamos que, más allá de estar o no de acuerdo, lo cierto es que este discurso demuestra la obnubilación que tiene la Izquierda con el poder, una vocación a éste que ya se la quisiera la Derecha para ser alternativa de gobierno. Porque a Bachelet le da lo mismo, al menos hoy, si es un 15 o menos el porcentaje de gente que la respalda. Ella es la Presidenta. Ella es quien, por segunda vez, fue ungida con la banda presidencial por los votantes. Da lo mismo lo que piense o cómo evalúe el 85 por ciento restante y eso bien lo saben sus adherentes que, aún cuando sean cada vez menos, muy probablemente seguirán dando que hablar en un contexto no precisamente marcado por buenas noticias para Chile.

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