Crónica de la guillotina
Por ello, es un deber civilizatorio y vital, especialmente para la izquierda democrática que está por el Apruebo, condenar “sin peros” la violencia política, las funas, el amedrentamiento y las amenazas de nuevas protestas.
Javier Labrin Jofré es Director Ejecutivo Fundación Libertad Valparaíso www.fundacionlibertadv.cl
– “¿Ud. acecharía el parlamento físicamente para que le aprobaran (sus leyes)?” preguntó el periodista Iván Núñez. – “Si fuese necesario, también, así de simple” respondió el ex candidato Eduardo Artés. Esta distópica y jacobina declaración se dio en el marco de la campaña presidencial del año 2017, y para muchos fue algo que no pasó de lo pintoresco. Sin embargo, tras de los acontecimientos del 18 de octubre de 2019, pareciese no ser algo tan lejano. De hecho, luego del acuerdo constitucional, el vocero de “No + AFP” y miembro de la célebre, por esos días, “Mesa Social”, Luis Mesina, declaró en un foro público: “dada la capacidad de movilización, (puede que) los constituyentes se constituyan en la primera reunión y se autodeclaren soberanos y se acaba todo. Se cierra el congreso inmediatamente”.
En esa línea, no es baladí que, en el minuto más crudo de la ruptura social, se haya sacralizado a la violencia: a “la primeria línea” y al “matapacos” –su nombre en sí mismo es una apología al crimen–. Es más, la formación de una vanguardia estética y materialmente preparada para resistir las acciones disuasivas de los agentes del Estado fue, incluso, justificada y aplaudida en el Festival de Viña del mar, a través de la señal internacional, pues, según Stefan Kramer: “Gracias a la primera línea podemos marchar, sino fuese por ellos no existirían las marchas”.
Hoy, a razón del debate por el retiro del 10% de los ahorros en las AFP, algunos congresistas, como Giorgio Jackson (RD) y Guido Girardi (PPD), amenazaron con posibles rebrotes de violencia si es que dicha reforma no se aprobaba. Al mismo tiempo, diversos parlamentarios han recibido amenazas de muerte –como Diego Schalper, Matías Walker y Jaime Mulet–. Incluso, el Senador de la región de Valparaíso Ricardo Lagos Weber fue coaccionado públicamente, al anunciar una indicación al proyecto de retiro: “les avisamos, a usted y a sus colegas, que de insistir en esta indicación los portuarios de Chile, que ya paralizamos nacionalmente el pasado miércoles 15 de julio, vamos a volver a paralizar, tomar acciones radicales y golpear en la médula las ganancias de los empresarios que profitan del comercio exterior y, con todo ello, usted será el principal responsable” sentenció en una carta pública la “Unión Portuaria de Chile”.
Así, podemos advertir que el ejercicio legislativo, la deliberación democrática y la política, en general, están bajo asedio. Lo anterior, resulta del todo problemático, ya que tenemos un proceso constituyente en curso, y vale la pena preguntarse; ¿Qué libertad de expresión puede tener la ciudadanía en un ambiente de hostilidad? ¿Cómo será el proceso constituyente? ¿Qué libertad puede tener una persona para postularse a un cargo popular, a sabiendas de lo que se expone? y ¿Qué libertad van a tener los constituyentes para votar, con la amenaza de un “estallido social 2.0” latente?
Algunos académicos ya han adelantado que: “la apelación permanente al odio, el repudio de la racionalidad, no constituyen un escenario propicio para una discusión constitucional seria” nos dijo Lucia Santa Cruz, y “va a ser muy difícil redactarla (la nueva constitución), va a estar todo muy presionado, lleno de funas”, por su parte, expresó Jorge Correa Sutil.
En suma, conviene advertir a los dirigentes, que aún no condenan a “la primera línea”, que no caigan en el error de sentirse inmunes al filo de la guillotina –o, en palabra de nuestros días; a la funa–. La inocente ilusión de que la llama de la revuelta no los abrasará. Pues, recordemos que “La Revolución es como Saturno, devora a sus propios hijos”.
Por ello, es un deber civilizatorio y vital, especialmente para la izquierda democrática que está por el Apruebo, condenar “sin peros” la violencia política, las funas, el amedrentamiento y las amenazas de nuevas protestas, pues con su pasividad u omisión, se suman al espiral de violencia, bajo el riesgo de teñir el proceso constitucional de ilegitimidad, y que los puede abrazar a ellos también. Si no, pregúntenle a Robespierre.