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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Los errores propician la vuelta del COVID-19

Por Luis Carrasco
Unicef niños violencia pandemia  
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Luis Carrasco es Académico de la Escuela de Prevención de Riesgo y Medioambiente de la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM)

Frente a un mejoramiento en las cifras de personas contagiadas por COVID-19, y una baja de la positividad del virus, se ha provocado una sensación de “triunfo” y una irrevocable indiferencia frente a las medidas básicas de seguridad y prevención.

El confinamiento como el que se ha llevado a cabo en Chile y en muchos países reduce las infecciones y frena nuevas oleadas de casos, aplanando la curva. Sin embargo, esa forma supone bajar contagios hasta llegar a una cifra cercana a cero, y establecer así una trazabilidad severa, lo que permite tener el registro de los contaminados, asintomáticos, sus círculos de contacto y por supuesto aislarlos.

Pero está claro que en Chile el número de PCR, o exámenes para establecer quien tiene COVID-19 es bajo, en países que se lograron buenos resultados estos exámenes bordeaban los 200.000 exámenes diarios y en Chile bordea los 25.000. Por lo demás, el examen en aquellos países con buenos resultados es para todos sin excepción, en cambio Chile prioriza aquellos que pudieran estar enfermos o ser asintomáticos por tener contacto con alguien contaminado.

De tal forma que cuando vemos que en la región con más enfermos con coronavirus, que es la Región Metropolitana con un 80% del total de contagiados, con comunas con 3 meses de confinamiento, con buenas cifras y una franca regresión avanzan en su desconfinamiento, nos encontramos como respuesta con extensas filas y hacinamiento en el Registro Civil, en bancos, en AFP, en la Oficina de Crédito Prendario, en el barrio Meiggs, en el Mall chino; en provincia en lugares de compra de televisores, refrigeradores, cocinas, en plazas, etc. Lo que demuestra que el actuar disciplinado y ordenado al que apelamos, no existe o no es suficiente para enfrentar este agresivo virus.

España, Inglaterra y muchos países con alzas en sus cifras de coronavirus están implementando medidas regresivas, cierre de discotecas, teatros, cines, lugares donde se concentra la gente sin ninguna medida de protección. Además, sabemos que el confinamiento es eficaz, pero en ningún país se sabe cuántas semanas de confinamiento son necesarias para detener el coronavirus. Esto se transforma entonces, en un proceso de “ensayo y error”.

El punto clave para cualquier persona, es no llegar al hospital enfermo, es lograr no contraer el COVID-19. Y para eso la distancia física y social es vital, distancia que no se está respetando, el uso de mascarillas de calidad (frente a mascarillas de dudosa procedencia que hoy se usan), lavado de manos con jabón y programas de desinfección a todos evento en diferentes superficies y lugares.

Frente a eso, lo que ya la educación se ha dado cuenta, según la OMS establece: “un total de 818 millones de niños que no disponían de servicios básicos para lavarse las manos en la escuela, 355 millones iban a escuelas en las que había instalaciones con agua, pero no jabón, y 462 millones iban a escuelas en las que no había ni instalaciones ni agua para lavarse las manos”.

Y ese es un problema de base, no atribuible al coronavirus, ¿tenemos lavatorios públicos con jabón? ¿Tenemos dispensarios gratuitos de máscaras? ¿Tenemos baños suficientes? ¿Tenemos programas de desinfección y limpieza? ¿Estamos dispuestos a cambiar de conducta? ¿A transformar estas exigencias en rutinas diarias y responsables de autocuidado?

Parece que el gobierno ha puesto gran empeño en volver a la normalidad y recobrar el equilibrio necesario en la economía, para lo cual el trabajo, el comercio, el estudio y todas las actividades principales son básicas. Pero ha olvidado que no ha controlado el COVID-19, ni hay programas lo suficientemente robustos para lograr cambios de conducta en la gente, que permitan transformar las acciones preventivas en rutina.

Las mascarillas, los PCR, la trazabilidad, el aislamiento, la distancia social, el lavado de manos es nuestra responsabilidad, es responsabilidad del país, de cada uno de sus habitantes. Sin un programa serio que lo haga obligatorio, hará que cualquier acción sea poca y todo control insuficiente, permitiendo que el COVID-19 arremeta cuando menos lo esperamos.

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