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Actualizado el 24 de Enero de 2021

La carrera de los 100 primeros días

Se ha iniciado una carrera contra el tiempo y Biden sabe que los primeros tres meses de su mandato son críticos. Aunque hay muchas variables que no dependen de él, tiene claro que no puede fallar en las que sí incide.

Foto Agencia Uno.
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Juan Pablo Glasinovic

Juan Pablo Glasinovic es Abogado

El 20 de enero, Joseph Robinette Biden Jr, asumió con el 46° presidente de los Estados Unidos. Como sabemos, llegar a esta instancia fue atípicamente difícil. Su antecesor, Donald Trump, hizo todo lo posible, legal y fácticamente, para que Biden no pudiera asumir, incluyendo orquestrar la toma del Capitolio por una turba de rabiosos supremacistas blancos, hace un par de semanas. Tampoco asistió al cambio de mando, lo que no ocurría desde 1869, con el presidente saliente Andrew Johnson, quien no concurrió a la asunción de Ulysses Grant y, curiosamente, fue el primer jefe de estado en ser sometido a juicio político (impeachment), otra similitud con Trump.

Biden comienza su período en este difícil contexto, en el cual confluyen simultáneamente graves problemas internos, como la pandemia, la crisis económica y la aguda polarización política, junto con un revuelto escenario internacional que replica las mismas dificultades y suma una emergencia ambiental y una pugna por el liderazgo mundial en diversos frentes. Ni hablar entonces de una luna de miel o de un tiempo de mayor benevolencia por parte del electorado, durante los primeros meses de su mandato, ocasión en que el nuevo gobernante y su equipo se van afiatando a sus funciones. En esta oportunidad no hay tiempo que perder y la suerte del gobierno y de su programa pudiera definirse en estos primeros meses.

Franklin D. Roosevelt fue el primer presidente estadounidense en explicitar la trascendencia de los primeros meses de gobierno. Cuando asumió por primera vez en 1933, Estados Unidos llevaba ya varios años sumido en la Gran Depresión y Roosevelt entendió que había que señalar claramente un plan de acción para salir de la crisis. Por eso al asumir, hizo presente el sentido de urgencia en su discurso inaugural, y convocó inmediatamente al Congreso a una sesión especial de 3 meses, para abocarse exclusivamente a discutir y aprobar la agenda legislativa y el paquete de medidas para la recuperación económica. Concluida esa sesión especial, se dirigió a la nación por radio, acuñando el concepto de los “100 primeros días”, período que dio lugar al New Deal, estrategia que no solamente sacaría a EEUU de la depresión, sino que lo proyectaría como la primera potencia mundial. Desde entonces este término ha adquirido un significado simbólico, y el período en cuestión es considerado un indicador del desempeño presidencial y del probable éxito o fracaso de su mandato.

Biden, al igual que Roosevelt en su oportunidad, tiene muy claro el sentido de urgencia y lo que menos tiene es tiempo, tanto por las circunstancias, como por su edad. Por eso incluso antes de asumir fue muy claro en sus prioridades: abordar las crisis sanitaria y económica, recuperar la unidad nacional, dar pasos decisivos para cambiar la matriz energética y productiva acorde al objetivo de mitigar el cambio climático, y retomar el sitial de EEUU en el mundo como faro democrático, participando decisivamente en la definición de la agenda global y en la solución de los problemas comunes.

Como lo dijo en su discurso inaugural, “pocos periodos en la historia de nuestro país han sido tan desafiantes o difíciles como este en el que nos encontramos ahora. Un virus se ha llevado tantas vidas en un año, como todas las vidas norteamericanas que se perdieron en toda la Segunda Guerra Mundial. Millones de puestos de trabajo se han perdido, centenares de miles de empresas han cerrado (…)”.

Para acometer los inmensos desafíos, Biden conformó un equipo que busca ser representativo de la creciente diversidad del país y de las distintas sensibilidades culturales. Combina personalidades fogueadas en administraciones anteriores, como el Delegado Presidencial para el Clima John Kerry y la Secretaria del Tesoro Janet Yellen, con figuras más nuevas o de carreras políticas más del ámbito estadual o municipal.

Pero los obstáculos que habrá que superar en esta difícil coyuntura son numerosos y temibles. En el plano doméstico, Biden cuenta con una frágil mayoría en el Congreso. En el Senado los demócratas y los republicanos tienen 50 escaños cada uno, con lo cual en caso de empate resolverá la vicepresidenta Harris. Por eso, lo peor que le puede pasar a Biden es que los republicanos adopten una posición de trinchera, trabando o dilatando sus proyectos legislativos, así como las nominaciones presidenciales, e interpelando permanentemente a diversas autoridades por cualquier motivo. De ocurrir ello, la unidad de los senadores demócratas será crítica para aprobar sus iniciativas, pero no permitirá sanar la división existente, y, al contrario, la puede agudizar. Ello descontando el descuelgue ocasional de senadores propios, los que exigirán ventajas o condiciones para sus estados, para votar a favor del gobierno.

Lo que ocurra con el segundo proceso de impeachment de Trump será clave para la configuración del nuevo clima político. La mayoría de los congresistas demócratas quieren un juicio rápido, tanto para responder a la demanda ciudadana, como para cerrar el capítulo Trump. Los republicanos en el Senado, por el contrario, quieren dilatar el asunto, argumentando que el ex presidente debe tener el tiempo suficiente para articular su defensa, probablemente con la esperanza de que la emergencia de otros problemas y prioridades terminen por diluir este nuevo juicio. Además les complica tener que votar como jurado, especialmente si es en contra de Trump, por el enorme ascendiente que este todavía tiene sobre el partido.

Al presidente entrante no le conviene que este tema concentre la atención y que se alargue, envenenando el ambiente y dificultando consecuentemente la implementación de su programa. Pero tampoco puede aparecer impulsando el proceso, lo que sería percibido por los republicanos como una temprana inconsecuencia en su discurso de unidad nacional.

En definitiva, este tema exigirá mucha habilidad política para sortearlo. El mejor escenario para Biden sería que el Partido Republicano, con ocasión del impeachment, termine sacudiéndose del control de Trump y converja hacia una posición más dialogante. O al menos que una sección importante del mismo adopte esa posición.

En materia sanitaria, la vara del éxito o del fracaso se medirá en vidas humanas. Biden siempre argumentó que lo más importante era proteger la salud de las personas y fue muy crítico con la aproximación de Trump. Para ello deberá acelerar el proceso de vacunación, pero deberá también buscar un nuevo acomodo entre la salvaguardia de la salud y la actividad económica. En sus primeros días firmó una serie de ordenes ejecutivas en orden a incrementar la velocidad de vacunación y estimular la producción doméstica de equipos e insumos médicos. También su gobierno anunció que EEUU se unirá a COVAX, el fondo liderado por la OMS y diversas fundaciones para asegurar un acceso más igualitario a las vacunas en el mundo.

En materia económica, el presidente Biden quiere lanzar un paquete trillonario de apoyo y estímulo, para lo cual el apoyo republicano será crucial. También en el ámbito económico, Biden quiere impulsar una transformación hacia un modelo más sostenible, asimilando la magnitud de esta iniciativa al esfuerzo estatal durante el New Deal.

Por último, a las grandes dificultades internas, hay que sumar el contexto externo. Durante la presidencia de Trump, EEUU se automarginó de muchas instancias y temas, cediendo espacio a otras potencias y en particular a China.

China y Rusia (así como otros países) reconocieron tardíamente el triunfo de Biden y con seguridad pondrán a prueba a la nueva administración para medir su resolución de recuperar espacios. El gobierno chino dio señales mixtas menos de 36 horas después de haber asumido Biden. Mientras expresaba su deseo de mejorar las relaciones bilaterales, notificaba sanciones a 28 estadounidenses, prohibiéndoles hacer negocios con China y viajar a su territorio. Entre ellos está Mike Pompeo, hasta hace unos días Secretario de Estado. La declaración del gobierno chino agregaba que “China reaccionará con firmeza a cualquier intento de interferir en sus asuntos internos y en sus intereses en materia de seguridad y desarrollo económico”.

Biden buscará combinar una política que incentive a China a trabajar colaborativamente en temas y problemas globales como el medio ambiente, manteniendo una actitud firme en materia de derechos humanos y en al ámbito de la seguridad y defensa. Esta doble aproximación exigirá también mucha habilidad diplomática, incluyendo la recuperación de la confianza de sus aliados, y sin duda que tendrá efectos en la política doméstica estadounidense.

En suma, se ha iniciado una carrera contra el tiempo y Biden sabe, al igual que Roosevelt entonces, que los primeros 3 meses de su mandato son críticos. Aunque hay muchas variables que no dependen de él, tiene claro que no puede fallar en las que sí incide.

Será un arduo primer trecho. ¡Go Biden, go!

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