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Actualizado el 17 de Julio de 2021

Cuba: un nuevo amanecer estamos esperando

El hambre volvió a Cuba y se profundizó el marasmo económico, agravado por la casi nula perspectiva de una apertura política tras la salida de los Castro del poder formal (Fidel murió en 2016 y Raúl se “retiró” este año). Esto provocó las espontáneas protestas de los últimos días.

Lo que está ocurriendo en Cuba ya está teniendo consecuencias en el ámbito político doméstico de varios países y podría tener efectos mucho mayores.
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Juan Pablo Glasinovic Vernon

Juan Pablo Glasinovic Vernon es Abogado

El domingo pasado, sorpresivamente, miles de personas salieron a protestar a lo largo de toda la isla de Cuba, exigiendo mejores condiciones de vida y libertad. En un régimen que no tolera el disenso, al que reprime rápidamente, y que tiene un omnipresente sistema de vigilancia, esto fue totalmente inesperado. De ahí su confusión inicial y la histérica reacción del presidente Díaz-Canel, quien, a las pocas horas de la irrupción de las protestas, apareció en cadena nacional de radio y televisión, proclamando “estamos convocando a todos los revolucionarios del país, a todos los comunistas, a que salgan a las calles y vayan a los lugares donde vayan a ocurrir estas provocaciones”. Agregó, “la orden de combate está dada: a la calle los revolucionarios”.

La destemplada reacción del mandatario es directamente proporcional a la percepción de riesgo de defenestración de la dictadura castro comunista. Para un régimen que majaderamente declara que su legitimidad descansa en el pueblo cubano, esta ola de manifestaciones de cubanos de todas las edades, en las cuales los gritos más recurrentes han sido “libertad” y “abajo la dictadura”, ha sido un impacto que ha sacudido el espinazo mismo del sistema. Esto se ha visto agravado por la difusión en vivo a través de las redes sociales, que innumerables ciudadanos hicieron de las marchas, lo que no solo ayudó a expandir el movimiento contestatario en el país, también puso a Cuba y su gobierno en vitrina frente al mundo.

¿Qué pasó? Para un pueblo acostumbrado a la escasez crónica de bienes y servicios y pocas perspectivas de todo tipo, el período actual ha sido particularmente duro. La pandemia tumbó una de las principales fuentes de ingreso de la isla, como es el turismo. A ello se suma la disminución de los subsidios venezolanos en petróleo y por supuesto la desastrosa gestión económica del gobierno, empecinado en no liberalizar, aunque sea mínimamente la economía, para no perder poder.

Desde hace casi 3 años se ha ido incubando una crisis humanitaria que evoca lo que fue el denominado “período especial” a comienzos de los noventa, tras la caída de la Unión Soviética. En ese entonces, la desaparición del principal financista de la economía cubana, se tradujo en un brutal ajuste y en un duro racionamiento por años de todo tipo de productos. La población pasó hambre. Fidel Castro logró atravesar este duro lapso gracias a su poder absoluto. Junto con ello, pragmáticamente y acosado por la emergencia, abrió la economía a la inversión extranjera, logrando un notable desarrollo en materia de turismo. Ello permitió incrementar los ingresos de la isla y mitigar progresivamente la aguda carestía que había atravesado el país.

Estaba en ese proceso, cuando Hugo Chávez fue electo presidente en Venezuela en febrero de 1999. Para fortuna de Fidel Castro y de su régimen, el nuevo presidente venezolano le profesaba una gran admiración. Tanto así que rápidamente se convirtió en el principal sostén económico de la isla, prácticamente subsidiando sus necesidades energéticas y contratando todo tipo de servicios y asesorías cubanas (educación, salud, seguridad y control interno).

Quien estaba debilitado y con riesgo de ahogarse, se aferró a la inesperada nueva tabla salvadora que venía a tomar el lugar de los soviéticos. Ahora con mayor holgura, el “comandante” volvió a su pasión: propagar la revolución en el continente, esta vez con el nombre “socialismo del siglo XXI” acuñado por el propio Hugo Chávez. Y la verdad es que volvió a convertirse en una opción política atractiva, especialmente para las generaciones más jóvenes de muchos países, incluyendo Chile.

Pero sabemos lo que pasó. Venezuela no solo pasó al status de dictadura, también su economía fue destruida, forzando la migración de millones de personas al resto de la región y del mundo. Y se acabó el mecenazgo venezolano a la isla, incapaz ya de proveer a su propia gente.

El hambre volvió a Cuba y se profundizó el marasmo económico, agravado por la casi nula perspectiva de una apertura política tras la salida de los Castro del poder formal (Fidel murió en 2016 y Raúl se “retiró” este año). Esto provocó las espontáneas protestas de los últimos días.

Mirando retrospectivamente, hubo algunas señales y ellas van por el lado de los artistas. Para un régimen que ha usado magistralmente la música como pilar de su acción ideológica, con lo que fue la Nueva Trova Cubana, con eximios cantautores como Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, siempre ha tenido temor a la disidencia de este grupo. Ello explica que las acciones represivas han apuntado principalmente a este segmento, como es el caso del Movimiento San Isidro, que agrupa a artistas e intelectuales que rechazan el Decreto 349, que regula y controla la actividad artística y pretende definir desde el Estado qué es arte. Distintos integrantes de este grupo han sido encarcelados y se les ha prohibido desarrollar su actividad.

En la misma línea, la composición de la canción “Patria y vida” en contraposición a la famosa consigna castrista “Patria o muerte” ha causado furor, no solo en los cubanos, sino que literalmente en sus autoridades, llegando a imponer una multa equivalente al salario de 1 mes para quien la escuche. Esta canción, a pesar de toda la maquinaria estatal, se ha convertido en el himno de todos quienes quieren terminar con esta larga dictadura.

¿Podrá la población movilizada pacíficamente terminar con el régimen? Es muy temprano para decirlo, pero pudiera ser un punto de inflexión en el rumbo político y económico de la isla. La población parece haber perdido el miedo y la alternativa al cambio es seguir vegetando como lo ha hecho por décadas.

Indudablemente que el régimen utilizará todo su formidable poder para reprimir, pero su acción, podría ser esta vez contraproducente y avivar la oposición. Además, es ahora mucho más difícil ocultar lo que está ocurriendo internamente.

Mientras los cubanos sostienen esta asimétrica y pacífica lucha para terminar con la dictadura, el asombro y consternación recorre a los admiradores de los hermanos Castro y de su legado político en toda la región. ¿Cómo es posible que en el paraíso terrenal al que ellos aspiran para sus sociedades, su propia gente quiera tumbarlo?

Sin duda que lo que ocurra en Cuba tendrá efectos políticos relevantes en el resto del continente. Un cese de la dictadura isleña impactará en primer lugar en Venezuela y Nicaragua, regímenes que tienen una estrecha relación con Cuba y de apoyo recíproco para mantenerse en el poder. La caída de la dictadura cubana podría tener un efecto dominó en los otros.

Pero donde el impacto será mayor, es en el campo ideológico, especialmente en parte de la izquierda latinoamericana que ha fundado su actuar y objetivos en función de lo que perciben como los éxitos de la revolución cubana.

Cuando cayó la URSS fue un golpe mortal para la mayoría de los partidos comunistas del mundo, que pasaron a la irrelevancia porque a sus militantes se les derrumbó el mundo al que aspiraban. Pero en América Latina, tierra del realismo mágico, la subsistencia del régimen de los Castro, les dio esperanza de la trascendencia de su causa. De caer entonces este, ¿a quienes acudirán sus huérfanos? Difícilmente a Corea del Norte.

Lo que está ocurriendo en Cuba ya está teniendo consecuencias en el ámbito político doméstico de varios países y podría tener efectos mucho mayores.

Como dice la canción: “Ya ustedes están sobrando ya no le queda, ya se van bajando. El pueblo se cansó de estar aguantando, un nuevo amanecer estamos esperando”

¡Patria y vida!

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