Una forma de innovar
Sin pretender hacer mucha historia, y obviando las conocidas razones de atraso, subdesarrollo, dependencia tecnológica y educación, debemos tener en cuenta que la innovación tiene un punto de partida y no depende tanto de dichas condiciones, porque de hecho, surge de un acto creativo, del pensamiento lateral, como expresara Howard Gardner. Pero tampoco es una ocurrencia: siempre se persigue algo y el devaneo ocurre cuando se piensa en cómo resolverlo.
Alberto Sato es Arquitecto. Coordinador de Teoría y editor Revista 180, Escuela de Arquitectura UDP
El Manual de Oslo en su versión 2020, adoptado por la OCDE, como las versiones anteriores, señala: “Una innovación es un nuevo o mejorado producto o proceso (o una combinación de ambos) que difiere significativamente de los productos o procesos previos de la unidad institucional y que ha sido puesto a disposición de potenciales personas usuarias (producto) o implementado en la unidad institucional (proceso).”
Se refiere a la unidad institucional de cualquier sector, incluido hogares y sus miembros individuales. O sea, indica que una innovación es una acción creativa que mejora e impacta las condiciones de preexistencia. Históricamente, el economista Joseph Schumpeter instaló la idea de que el capitalismo avanzaría en constante desarrollo gracias al mecanismo de la “destrucción creativa” (1942): “…si se me permite usar esta expresión biológica- que evoluciona incesantemente la estructura económica desde dentro, destruyendo ininterrumpidamente lo antiguo y creando continuamente elementos nuevos”.
Esta idea pareciera haber tenido alcances globales. Pero, sin duda, es sólo la idea, porque no se naturalizó ni se expandió, sino que, por el contrario, quedó encapsulada en algunos nichos nacionales que actualmente están al frente del desarrollo social y económico mundial.
Sin pretender hacer mucha historia, y obviando las conocidas razones de atraso, subdesarrollo, dependencia tecnológica y educación, debemos tener en cuenta que la innovación tiene un punto de partida y no depende tanto de dichas condiciones, porque de hecho, surge de un acto creativo, del pensamiento lateral, como expresara Howard Gardner. Pero tampoco es una ocurrencia: siempre se persigue algo y el devaneo ocurre cuando se piensa en cómo resolverlo. Algunos hablan de conjeturas, pero en definitiva y comprendiendo la teoría del caos, la innovación no tiene centralidad, aparece en cualquier parte del mundo y es protagonizada por cualquier persona.
Pero si se crea un ambiente estimulante y se persigue resolver algo significativo, hay mayores posibilidades de que ocurra una innovación que, recordemos, debería mejorar las condiciones preexistentes.
Una universidad, una facultad, un profesor y un alumno, trabajaron en la rutina de aprender (el alumno); de enseñar (el profesor); de crear el ambiente (la facultad); y de respaldar iniciativas de acuerdo con el propósito estratégico de favorecer la investigación aplicada (la universidad). Sumado al respaldo de ANID a través del fondo FONDEF VIU, en 2015, todos ellos concurrieron a esta compleja articulación y sincronía que dio como resultado la primera patente de la Universidad Diego Portales registrada por la INAPI (Instituto Nacional de Propiedad Industrial). La actividad continúa sin descanso y llevan 6 patentes Pending. Significa entonces que las innovaciones no salen de un genio con cara de enajenado trabajando aislado en una cochera, sino que de un complejo institucional que le da sentido y factibilidad.
Así ocurrió con el profesor arquitecto Arturo Torres, que desde hace veinte años trabajó incansablemente hasta encontrar las condiciones para que un alumno de la carrera de Arquitectura UDP, Jonathan Cabrera, desarrollara el sistema estructural en madera cero emisión de carbono, para la construcción sin andamiaje de edificios de mediana altura, una tecnología que ya se comienza a recuperar en el mundo en atención al cambio climático y la sustentabilidad del planeta.