Codiciosos, pero no inflacionarios
¿Son los empresarios codiciosos? Muchos probablemente sí, y siempre lo han sido, ya que la codicia no se puso de moda recién en 2021 cuando la inflación se empezó a desatar. Esa codicia, sin embargo, no los faculta para elevar precios a su antojo en un mercado competitivo, sino que está más bien limitada a las variaciones del mercado que fabricamos a diario todos los que participamos en él.
Bastián Romero es economista e investigador en la Fundación para el Progreso
Citando el Informe de Política Monetaria (IPOM) de junio 2023, la Fundación Sol intenta argumentar que la alta inflación que experimentamos hoy se debe a la codicia de los empresarios. La Greedflation (inflación causada por la codicia empresarial) es una teoría de larga data y es bastante popular entre activistas y políticos de izquierda a nivel internacional como Robert Reich, Alexandria Ocasio-Cortez y Bernie Sanders. Sin embargo, esta errada teoría carece de un análisis lógico y desconoce uno de los principios más básicos de microeconomía.
El IPOM del Banco Central de Chile, efectivamente, indica que «en un entorno económico de inflación por sobre lo habitual, las empresas podrían estar modificando la frecuencia y/o la magnitud de sus cambios de precios». No obstante, eso no significa que los cambios de precios se deban a que los empresarios de repente se volvieron más codiciosos. Lo que en realidad trata de explicar el Banco Central en este estudio es la «forma en que las empresas reaccionan ante cambios en las condiciones de mercado» que, en este caso, se trata de un aumento en la demanda agregada causado por la repentina alza de la liquidez que significaron los retiros de las AFP y las transferencias monetarias del Estado en 2020 y 2021.
Las empresas pequeñas, que no tienen poder de mercado, no determinan el precio de los productos o servicios que venden, sino que toman el precio al que están comerciando los demás. Las empresas que sí tienen poder de mercado y que, por ende, pueden determinar sus precios, no eligen el precio que les plazca, sino que lo hacen con una estrategia de optimización que maximice sus ganancias: donde sus costos marginales son iguales a sus ingresos marginales. Cuando hay alzas de precios, digamos, por la escasez temporal de bienes y servicios que produjeron la pandemia y la guerra, subirán los costos marginales —como los precios de materias primas o de la energía— y las empresas tendrán que disminuir su producción y subir los precios para seguir operando en el punto óptimo.
Si los precios llegaran a subir más de lo que se esperaría de esa estrategia, es por uno de dos motivos (o ambos juntos): (i) la empresa no maximiza sus ganancias y/o (ii) hubo un aumento en la curva de demanda. El motivo (ii) es precisamente lo que pasó en nuestra economía cuando se efectuaron los retiros y se multiplicaron las transferencias monetarias del gobierno a las personas. Según datos del Banco Central, entre 2019 y 2021, los saldos de las cuentas corrientes y cuentas vista en Chile aumentaron 90% y 220% respectivamente. Al tener más dinero disponible en nuestras cuentas bancarias, incrementamos nuestro consumo (aumentó la demanda), creándose en el mercado un nuevo punto óptimo para las ganancias de las empresas donde el precio por unidad vendida es más alto.
En simple, el culpable original del exceso de inflación fue el Estado, cuyas medidas populares e irresponsables provocaron un shock dañino a la economía. Las empresas, en cambio, solo reaccionaron al mercado aumentando la frecuencia de sus alzas de precios en respuesta a la creciente demanda.
¿Son los empresarios codiciosos? Muchos probablemente sí, y siempre lo han sido, ya que la codicia no se puso de moda recién en 2021 cuando la inflación se empezó a desatar. Esa codicia, sin embargo, no los faculta para elevar precios a su antojo en un mercado competitivo, sino que está más bien limitada a las variaciones del mercado que fabricamos a diario todos los que participamos en él.