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Actualizado el 3 de Septiembre de 2023

África, golpe a golpe

Los golpes militares parecen contar con el respaldo mayoritario de la población, hastiada de la inoperancia gubernamental y de su corrupción, cuando no de su autoritarismo, así como del deterioro de las condiciones de vida, incluyendo la seguridad.

Por Juan Pablo Glasinovic
El presidente de Gabón fue retenido tras el golpe de Estado. CAPTURA.
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Juan Pablo Glasinovic

Juan Pablo Glasinovic es abogado.

A pesar de grandes cambios en todo orden de cosas, generalmente positivos en las últimas dos décadas, África no logra disociarse de la imagen de un continente donde abundan los conflictos, estados fallidos, dictaduras y hambrunas. Y es que como dice el dicho, más ruido hace un árbol al caer que miles al crecer.

El continente africano es el tercero más extenso después de Asia y América y el segundo más poblado después de Asia, con unos 1.320 millones de habitantes. Además, es una de las pocas regiones del mundo cuya población sigue creciendo aceleradamente y según las proyecciones, en el 2100 tendrá casi el mismo número de habitantes que Asia, más que triplicando la suma actual. Abundando en este tema y porque es un factor clave a considerar especialmente en materia migratoria y en la relación con Europa, si en 1960 los africanos eran la mitad de los europeos, hoy son casi el doble y en el 2100 serán siete veces más.

En suma, en un gran continente (54 países) y con tanta población, cualquier catástrofe, ya sea natural o causada por el hombre, tiene importantes efectos en la región y más allá.

A las cruentas guerras civiles en Sudán y Etiopía que han acaparado buena parte de las noticias del continente, se suman el terrorismo y la guerrilla islámica en la zona del Sahel (franja transversal inmediatamente al sur del desierto del Sahara) y en los últimos meses una serie de golpes militares en los países de esa área.

Estos golpes son por una parte el reflejo o resultado de una implosión de los estados, pero también intentos por romper el statu quo, lo que incluye la tutela o influencia europea (particularmente francesa) en la región.

No olvidemos que África fue dominada casi en su totalidad por las potencias europeas a partir del siglo XIX y hasta después de la Segunda Guerra Mundial, siendo Francia y el Reino Unido los que más superficie controlaron.

Los países que han experimentado los últimos golpes fueron todos colonias francesas y comparten algunas características. Mali, Guinea-Conakri, Burkina Faso y Níger son contiguos y están en el Sahel. En los últimos días se suma el golpe en Gabón que está en la zona ecuatorial, pero también fue dominio francés.

En todos ellos, los golpes militares parecen contar con el respaldo mayoritario de la población, hastiada de la inoperancia gubernamental y de su corrupción, cuando no de su autoritarismo, así como del deterioro de las condiciones de vida, incluyendo la seguridad. Desde hace ya varios años, en toda esa región hay activas bandas yihadistas que controlan una parte importante de la misma, exponiendo regularmente a la población a matanzas, secuestros y todo tipo de exacciones.

Junto con contar los golpistas aparentemente con apoyo interno mayoritario, en estos estados existe un alto rechazo a Francia que no ha hecho más que crecer. Esto se explica porque por un lado se asocia a la antigua metrópoli con la persistencia de regímenes autoritarios y corruptos, habiendo sido la prioridad francesa desde la independencia de las nuevas naciones favorecer la estabilidad política en sus excolonias por sobre el bienestar y libertad de la población. También hay enojo porque las tropas francesas que llevan año combatiendo a los grupos extremistas islámicos en la zona no han logrado contenerlos y, al contrario, sus acciones se han incrementado. La frustración va por el lado de que la estrategia francesa no dialogó con la realidad en terreno y especialmente con sus habitantes, lo que empeoró la situación haciendo recaer todos los costos en ellos.

Esto último ha acentuado la simpatía hacia Rusia y explica la presencia del grupo mercenario Wagner, que ha sido contratado por varios gobiernos, tras expulsar a los contingentes franceses. No hay que olvidar que post Segunda Guerra Mundial la entonces Unión Soviética apoyó a los movimientos de liberación en buena parte de África acelerando el proceso de descolonización. Esas intervenciones siguen redituando hasta hoy, siendo muchos gobiernos africanos favorables a Rusia, a la que siguen viendo como un soporte contra las ex potencias coloniales.

La zona del Sahel se está convirtiendo en un problema mayor de seguridad que amenaza incluso a Europa. Después de ser neutralizados en el Medio Oriente, los grupos yihadistas se trasladaron al continente africano y su acción ha tenido más éxito en esa zona. Esto significa que está latente la posibilidad de que se hagan con el control de uno o más países, además del amplio territorio que ya detentan, reeditando la experiencia del Estado Islámico.

El incremento de sus acciones y la expansión de su control está generando diversos efectos, desde el empeoramiento de las ya escuálidas economías locales, hasta el desplazamiento de miles de personas que deben abandonar poblados y zonas rurales, cobijándose en las zonas protegidas, agregando presión social en esos lugares. Está latente una catástrofe humanitaria con la posibilidad de un masivo movimiento migratorio que puede tener efectos desestabilizadores en todo el vecindario, así como exacerbar los flujos de personas que intentan cruzar a Europa. En la perspectiva de las próximas décadas, la contracción demográfica europea y el empeoramiento de las condiciones en el Sahel, potenciarán la migración desde África hacia Europa.

A la violencia hay que sumar el cambio climático que está haciendo avanzar el desierto en esta región que ya era semi árida. Esto ha incrementado la presión sobre el agua y disminuido las áreas agrícolas, lo que solo se agudizará en adelante, incentivando más desplazamientos poblacionales.

El peligro que representa la situación no tiene una respuesta a la altura, especialmente por parte de Europa. Francia no ha logrado involucrar a otros países, concentrándose en el aspecto militar y cargando con el peso de este y sus costos políticos. Tampoco hay una estrategia de asistencia económica y para el desarrollo, lo que se dificulta por la falta de interlocutores confiables.

La guerra en Ucrania ha alterado también las prioridades, privilegiando naturalmente el apoyo a ese país, en desmedro de otros.

La esperanza de un cambio proviene de los mismos africanos. La organización regional CEDEAO (Comunidad Económica de los Estados de África Occidental) formada por 15 estados entre los cuales destaca Nigeria, dio un ultimátum a los golpistas para que restituyan el poder, bajo la amenaza de una intervención militar. Pero la propia reacción de la población de Níger de apoyo a su gobierno inconstitucional y la falta de consenso interno, han diferido una posible intervención, prefiriendo intentar una negociación previa.

Habrá que ver que resulta de esto, pero sin duda que el mejor escenario pasa por el rol de la CEDEAO al que se puedan sumar otros, como la propia Francia. Pero, la resolución de la cuestión del golpe en Níger es atacar al síntoma, dejando sin tratar la enfermedad. Para sanar se requiere de una acción mancomunada y sostenida que aborde una lucha frontal contra los yihadistas, al mismo tiempo que invertir en el desarrollo económico y en la gobernanza democrática de estos países.

Es un desafío mayúsculo, pero es la única forma de impedir lo que puede ser la crónica de un desastre anunciado.

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