Constitución: ¿de Pinochet, de Lagos o de Kast?
La tienda de José Antonio Kast, para qué engañarnos, siempre estuvo por la actual, la vieja Constitución. La originaria de Pinochet, casi totalmente transformada por Lagos. Y ahora aprovecha su transitoria mayoría para transformar el anteproyecto en su propio proyecto político.
Los partidos políticos, el Parlamento y el entonces presidente Piñera pensaron “calmar” lo que hoy llamamos estallido social del 2019, llegando a un acuerdo: se necesita una nueva Carta Magna. Con ella se resolverá la crisis latente, que gatilló el aumento de pasajes del Metro. Lo que sin embargo realmente trajo cierta calma fue el Covid que, como casi siempre pasó en la historia, trajo cierta unidad para enfrentar la calamidad. La imperiosa necesidad de una nueva Constitución se transformó la principal bandera enarbolada por la coalición FA-CP en la pugna presidencial, que finalmente ganó Gabriel Boric, no tanto por esa consigna sino por la imbecilidad política de los tres centros: de la izquierda, la derecha y- valga la redundancia – del centro-centro por omisión, brillando el último por su ausencia representativa.
La oportunidad de Kast y con él de la extrema diestra no era real: arrasó el candidato de Revolución Democrática, siendo al parecer la última actividad política del partido en el contexto nacional, quizás por ser absorbido por un nuevo partido (¿con el mismo título de FA?), después de su fastuosa aparición en el centro del escándalo fundaciones. Escándalo actualmente en trámite de ser borroneado del escenario público, a pesar de los billones de pesos mal habidos en sus marañas.
El juvenil mandatario se calzó la insignia presidencial declarando solemnemente que su proyecto no podrá realizarse sin una nueva Constitución, dando por cierto que ésa será del gusto de la extrema izquierda. Ya sabemos qué pasó con el primer intento y también el porqué. Debido a la tremenda inestabilidad del electorado, cuya opinión parece un vaivén demasiado variable, para la nueva oportunidad se eligió un Consejo donde el recién derrotado conservadurismo ganó una inesperada mayoría. El anteproyecto elaborado por expertos resultó en un texto relativamente corto y sorprendentemente equilibrado para ser la base de un acercamiento de extremos; pero el Partido Republicano, con ese desequilibrante porcentaje entre las/los 55, está haciendo lo imposible para que volvamos al principio: al punto de antes del 19/10.
La tienda de José Antonio Kast, para qué engañarnos, siempre estuvo por la actual, la vieja Constitución. La originaria de Pinochet, casi totalmente transformada por Lagos. Y ahora aprovecha su transitoria mayoría para transformar el anteproyecto en su propio proyecto político. Sus concejales – encabezados por Beatriz Hevia, tan inmadura para presidir esa asamblea como Gabriel Boric a Chile – se empeñan en las enmiendas, alargando el texto al doble, agregando clausulas eliminadas hace un siglo y borrando resultados de la última media centuria en democracia. Apuestan a presentar al país algo imposible de aceptar; creen no perder nada: si se rechaza, nos quedamos con la actual o, en el improbable caso que se acepte, pues ¡Aleluya! estaríamos en el reino soñado. Pero creo que se equivocan rotundamente: el nuevo rechazo del nuevo texto no aumentará, sino perjudicará seriamente la efímera popularidad del Partido Republicano.
Lo más entristecedor y desesperante es que los partidos que se autodenominan de centroderecha, están tocando la música del PR en vez de actuar como atenuantes, equilibrando la febril embestida republicana, aceptando solo las moderaciones necesarias del anteproyecto para llegar a presentar algo serio, moderno y aceptable para la gran mayoría de chilenas y chilenos. Su ceguera se está haciendo histórica nuevamente. Hasta Evelyn Matthei, UDI a muerte y que hace tiempo encabeza en las encuestas la preferencia entre políticos (y tontamente despreciada por la Hevia) está enterrando la conducta de su partido. Mención merece la positiva actuación de Evópoli que a través de su presidenta, Gloria Hutt, está mostrando cierta comprensión respecto a qué necesita el país para regir su legislación en las próximas décadas.
Todo señala entonces que no tendremos nueva Constitución. Y el presidente no podrá realizar sus proyectos; aunque eso no sea el causante… Se gastaron fortunas en un país seriamente endeudado, con la productividad paralizada y la economía en declive, al divino botón. Hemos pasado dos años en que Gobierno, Parlamento y los medios se ocuparon de algo que quizás menos nos interese; menos que la seguridad, la inflación, la falta de progreso, trabajo y oportunidad; el estancamiento del país y el crecimiento solo de la pobreza después de más de dos décadas de su disminución.
Según dice el dicho: estamos como cuando vinimos de España.