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Actualizado el 15 de Diciembre de 2023

La inmediatez democrática

Las políticas y los relatos fabulosos sobre el bienestar, la esperanza, la prosperidad y la expectativa de un futuro mejor, se derrumban frente a los relatos salvajes que presenta una realidad frustrante en la que políticos profesionales intentan aplicar soluciones cosméticas y lineales para mostrar acción en el “aquí y ahora”.

plebiscito a favor en contra AGENCIA UNO/ARCHIVO.
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Guillermo Bilancio

Guillermo Bilancio es consultor de Alta Dirección.

Vivimos en la región momentos que se parecen a un museo de grandes novedades, especialmente por alternancias ideológicas en los gobiernos, por el replanteo frenético de los proyectos políticos y por un retorno a un futuro que más que nunca, se vuelve presente.

Del progresismo al conservadurismo y viceversa o, en términos menos eficientes, de la izquierda a la derecha y de la derecha a la izquierda como una cinta de Moebius.

Así es la crisis infinita. En lo político, en lo social, en lo económico, y especialmente en lo cultural.

Las políticas y los relatos fabulosos sobre el bienestar, la esperanza, la prosperidad y la expectativa de un futuro mejor, se derrumban frente a los relatos salvajes que presenta una realidad frustrante en la que políticos profesionales intentan aplicar soluciones cosméticas y lineales para mostrar acción en el “aquí y ahora”. Mañana, veremos.

El problema es que esas soluciones al “hoy” son una fantasía transitoria, un placebo social de corto efecto que tiene como resultado el debilitamiento sostenido de la gobernabilidad.

Hace décadas que no aparecen estadistas que tengan la visión, el liderazgo y la capacidad anticipativa a los tiempos por venir, cuyo discurso sistémico permita resolver el problema del árbol y del bosque todo a la vez, que tome decisiones presentes pensando en el efecto de lo que vendrá. El estadista es un recurso escaso.

En los últimos años los políticos profesionales en busca del voto, dedican tiempo a entender a las nuevas generaciones que sólo creen en TikTok o en Instagram como sistema de información a medida, y desde allí los candidatos se visten de estrellas de “trap” para plantear una oferta de ilusiones inmediatas sin pensar que esa generación evolucionará y se volverá menos rebelde y más cuidadosa. Esa generación, unos años después, detestará a ese político de falsa empatía.

Sucedió siempre. Fuimos activistas, rebeldes y revolucionarios a los 17, pero terminamos pagando la hipoteca a 30 años y a aconsejar a nuestros hijos para que no hagan lo que nosotros hicimos.

Esa inmediatez democrática impulsada por quienes suponen conocer las necesidades de los ciudadanos “hoy”, es la demostración de la falta de visionarios, es decir, de liderazgos verdaderos y no de oportunistas.

Necesitamos seguridad hoy, llega Bukele y la resuelve (Como sea) y genera satisfacción en el presente ya que no sabemos cuál es la visión futura de Bukele. Llega Milei con su “motosierra” pero no podemos identificar cuál es la intensidad de la luz al final del túnel.

Llega Petro y promete inmediatamente generar paz total, justicia climática y lucha contra el narcotráfico, pero tal vez le ganaron con más inmediatez los hechos de corrupción y deja trunca toda expectativa de mañana.

Es que la democracia se hizo inmediata porque el voto es lo único que la representa, y ese voto es el ahora.

Chile vivió del mismo modo el proceso constituyente, confundiendo una Constitución para todos que represente la esencia cultural para un modelo de país, con un arrebato de conveniencias puntuales propuestas e impuestas por los ganadores de cada plebiscito. Una constitución “de izquierda” o “de derecha”, mezquina, sin horizonte. Así, es preferible no tener constitución y vivir de leyes modificables a conveniencia de quien tenga el poder transitorio.

En esta era de la inmediatez (Que bien podría ser también “la era de la boludez”), algunos suponen que el pragmatismo, que parece ser un término de moda, es sinónimo de corto plazo. Y no es así. Confundir pragmatismo con cortoplacismo es lo que intentan los que no tienen capacidad de hacer, antes que simplemente decir.

El pragmatismo es la capacidad de poner ideas en acción dentro de un modelo de país que integre ideologías que se suponen enfrentadas, pero que son complementarias.

Y ese modelo de país no implica corto plazo, sino el diseño de los pilares fundamentales que se representan en las bases culturales, estratégicas y estructurales que, cada gobierno de turno hará evolucionar de acuerdo con los tiempos que vienen.

El político pragmático se da cuenta que no es posible ver el fin desde el principio, pero al menos hay que construirlo, aunque eso signifique perder el voto fácil en una sociedad frustrada y acosada por quienes hacen de la frustración una bandera para acceder al poder.

El político pragmático vive democráticamente de lo permanente, no de lo inmediato. Hoy, es difícil encontrarlo por estos lados (Quizás haya alguna excepción…).

En la vereda de enfrente, la inmediatez democrática es la vorágine que proponen los mediocres para conseguir el voto inmediato. Y ese voto es el reflejo de la falta de confianza que generan los falsos profetas que hablan de catástrofe para eliminar a su adversario, aunque sin propuesta propia.

La inmediatez democrática es la volatilidad de las leyes, y especialmente de la constitución de cada país, al que cada gobernante transitorio intenta modificar para “adecuarla a los tiempos modernos”, sin darse cuenta de que los valores son permanentes, aunque evolucionen.

¿Cuál es la salida? Tal vez la aparición de un estadista suicida que, en lugar de buscar una solución transitoria, piense en el devenir de los tiempos.

De esa forma, estaremos frente a una democracia permanente, y de la que no tengamos que hablar todos los días porque ya es parte natural de la vida de las personas y los países.

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