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Actualizado el 5 de Enero de 2024

Brotherwood: El lugar de la hermandad

En su interior, la buena música será compañera de velada en lo que parece ser una reunión de amigos y amigas compartiendo historias, anécdotas y licores.

Por Felipe Quiroz
CEDIDA.
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Felipe Quiroz

Felipe Quiroz es sibarita, amante del vino y otros brebajes.

En el medio del barrio residencial de la Décima Avenida en la comuna de San Miguel, encontramos Casa Brotherwood (@casa__brotherwood), desde fuera, una casa más del sector, cerrada con un enrejado negro y un diminuto timbre que debe ser tocado para lograr el ingreso. En su interior, la buena música será compañera de velada en lo que parece ser una reunión de amigos y amigas compartiendo historias, anécdotas y licores, escondiendo en verdad algo más profundo, quizás la respuesta a una disputa transgeneracional en cuanto a gusto de diversas bebidas y destilados.

Siempre un grupo de amigos se divide en sus preferencias, según sus licores favoritos, tenemos cerveceros, vineros, los amantes del gin o de los vermouth. Bien, en este espacio todos y todas son bienvenidos. La “hermandad” es fuerte, se respira familiaridad, primero pues es atendido por el gran catador Nicolás Castro y su familia, quienes traspasan esa relación familiar, cercana y de cariño a todos sus comensales. Segundo, el lugar es -literalmente- el patio de una gran casa. Hogar que albergó a la familia anfitriona en antaño y que hoy evoca agradables atmósferas de lejanas tardes del pasado en que cada uno de nosotros disfrutó en la compañía de diferentes personas, conocidas o no, que de vez en cuando se encontraban en alguna fiesta de un amigo o amiga en común. Ahora bien, este excelente ambiente de camaradas reunidos en la simpleza vida de barrio no presupone un servicio o productos precarios, muy por el contrario, Casa Brotherwood tiene una (muy posiblemente la mayor del país) carta de vinos y cervezas que supera las 150 etiquetas de cada una de ellas, tanto nacionales como importadas, además de sidras y otros brebajes con las cuales es posible realizar diversas degustaciones con y sin maridajes. Lo que puede ser para varios una ingente carta que puede nublar cualquier elección, aquí se abre a una divertida posibilidad de explorar y conocer nuevos sabores y aromas, ya que tanto Nicolás como su familia, siempre están dispuestos a asistir en la elección, en concordancia con sus gustos.

Tercero, estamos en algo más allá que un simple bar, pues el lugar en sí es el escenario, pero nos encontramos con que su centro, su alma está en su público siendo los propios asistentes, orquestados por sus anfitriones, los que generan la vitalidad y la sinergia del espacio. No es raro ver diversas mesas de, en un principio, desconocidos que luego se unen o se intercalan entre amantes del vino que pueden compartir una botella adquirida con dicho fin o, afamados cerveceros que improvisan una degustación de variedades de cebadas nacionales o extranjeras. Otro punto a destacar, que ejemplifica la disposición del servicio para la total comodidad de su público, un detalle menor como puede ser la existencia constante de botellas de agua filtrada para cada una de las mesas, un punto muy ausente en nuestra cultura gastronómica y de vida nocturna. Aquí no existe, pudiendo disfrutar, sin costo alguno, agua pura para lograr resistir el llamado a degustar y saborear diversos vinos y licores, al mejor ritmo de uno de los locales que dentro de poco, sin duda alguna, se transformará en uno de aquellos lugares de culto de las noches del ya mítico San Miguel.

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