PAES: La nueva derrota de la Educación Pública
Puede ser la nostalgia el que a uno le haga creer que antes la Educación Pública era mejor, pero lo cierto es que el ciclo de reformas que la pusieron de nuevo en un “laboratorio de experimentación” nuevamente la tiene en el peor escalafón del sistema de enseñanza media.
Jaime Retamal Salazar es Doctor en Educación y Académico de la USACH.
Sometida un nuevo ciclo de “laboratorios” y “experimentos” está la Educación Pública nacional. No deja de asombrar los malos resultados en la última prueba de selección universitaria. Se ha dado la orden desde los niveles centrales del Estado que no es posible hacer análisis que la razón común puede hacer por sí sola y en silencio. La evidencia es gigantesca y uno no puede sino asombrarse y exclamar la derrota que está sufriendo la educación de todos los chilenos, la educación pública, estatal y fiscal.
La educación que ha tenido que sufrir los embates del neoliberalismo educacional, o el tener que jugar en canchas muy desiguales con la educación más cara del país y porqué no decirlo, una de las más caras del mundo. Puede ser la nostalgia el que a uno le haga creer que antes la Educación Pública era mejor, pero lo cierto es que el ciclo de reformas que la pusieron de nuevo en un “laboratorio de experimentación” nuevamente la tiene en el peor escalafón del sistema de enseñanza media.
Se le pretendió sacar los patines a la educación de las clases más acomodadas de la sociedad y terminaron haciendo todo lo contrario. Las brechas aumentaron considerablemente y los liceos públicos brillan más que nunca, pero por su ausencia, en los palmarés. Eso es más que un sentimentalismo de nostalgia, es la recriminación que cualquier ciudadano que antes creía en la Educación Pública y que hoy ve como la derrota se hace visible vez por vez.
¿La solución es los colegios particulares o los particulares subvencionados? ¿La solución es que los liceos públicos vuelvan a hacer lo que antes hacían? Así de “ingenuo” se puede llegar a pensar que es el ciudadano común, el que anda de a pie, toma el metro, el bus, la liebre, el colectivo, el que trabaja duro para ganarse el pan y mantener a flote el esfuerzo de los jóvenes en la edad escolar. No es así. No tratemos a la gente común de ignorante en las ciencias de la educación o en las ciencias de las matemáticas. Las estadísticas son básicas, pero algo nos dicen del encono legítimo de las familias que ven cuando los gobiernos celebran resultados que en los hechos son completamente inexistentes; porque esas mismas familias son los que los están sufriendo.
Lo únicamente claro es que la “lucha por la educación pública” no ha terminado; todavía están abiertas las utopías de una Educación Pública de calidad, inclusiva, para todos, estatal, fiscal, gratuita, que nos abra hacia el futuro y no nos deje encerrado en el presente de los malos, malísimos resultados. No es un movimiento que deba comenzar el gobierno o la clase política de moda.
Es una preocupación de cada ciudadano, de cada familia, de cada estudiante secundario: sin una buena Educación Pública jamás vamos a tener una sociedad más digna, pero tampoco, una democracia más igualitaria y justa. La emancipación contra este nuevo “experimentalismo”, de salir de este “laboratorio”, es tarea pendiente, y de todos.