Una buena y una mala noticia sobre VIH ¿por dónde comenzamos?
Es importante recordar que actualmente el VIH se considera una enfermedad crónica que, al ser debidamente tratada, no debiese causar mayores problemas de salud, ni menos la muerte. No obstante, sigue siendo un desafío abordar el estigma y discriminación, lo que afecta negativamente la salud mental y calidad de vida de quienes viven con el virus.
AGENCIA UNO/ARCHIVO.
Hoy el VIH sigue siendo una pandemia y en Chile aproximadamente 100.000 personas viven con el virus. En los meses de enero a marzo de 2024, los nuevos casos diagnosticados ascendieron a 1.158, de lo que se desprende que las campañas para prevenir la adquisición del virus deben avanzar con mayor decisión para ser realmente efectivas. Las últimas han sido criticadas por su contribución paradójica a la estigmatización de poblaciones clave y a la promoción de prácticas de cuidados que, a falta de Educación Sexual Integral, no consideran, por ejemplo, el derecho al placer sexual como constitutivo del bienestar de toda persona.
Recientemente, Winnie Byanyima, directora ejecutiva de ONUSIDA, ha señalado que, si las y los líderes mundiales toman acciones audaces y decididas, disponibilizando los recursos necesarios, es posible que, para el 2030, se declare como finalizada la pandemia del VIH como problema de salud pública. Más aún, si esto fuese así, se estima que al 2050, las personas que viven con VIH a nivel mundial corresponderían a 29 millones y podrían recibir tratamiento de por vida, como ya ocurre en nuestro país. De no realizarse estos esfuerzos, se estima que, para esa fecha, 46 millones de personas de todas las regiones del planeta habrán adquirido el virus. Por lo anterior, hoy enfrentamos un momento crítico en su abordaje: dada esta buena noticia, tenemos la oportunidad de prevenir millones de transmisiones y lograr que las personas que viven con VIH puedan tener vidas sanas y plenas.
Ahora bien, es importante recordar que actualmente el VIH se considera una enfermedad crónica que, al ser debidamente tratada, no debiese causar mayores problemas de salud, ni menos la muerte. No obstante, sigue siendo un desafío abordar el estigma y discriminación, lo que afecta negativamente la salud mental y calidad de vida de quienes viven con el virus. En este escenario, una de las barreras fundamentales para la adherencia al tratamiento son los temores ante la posibilidad de divulgación del diagnóstico.
Por todo lo anterior, es una mala noticia constatar que siga ocurriendo situaciones de vulneración como la informada recientemente en la prensa nacional. Nos referimos a la vivida por un funcionario de la salud que, tras recibir el diagnóstico de VIH, debió soportar comportamientos estigmatizadores y discriminación por parte de un grupo de más de 200 personas -personal de salud-, tras la vulneración a la confidencialidad de su ficha médica. No solo fue acechada su intimidad, sino que su familia y pareja, por medio de mensajes tan absurdos y violentos como “arrepiéntete pecador”.
Este contraste entre buenas y malas noticias, relevan un tema crucial para comprender la pandemia del VIH. La complejidad implicada requiere considerar que las acciones audaces y decididas mencionadas por la directora de ONUSIDA, refieren a un complejo de acciones interdisciplinarias que involucran aspectos psicológicos, variables estructurales macroeconómicas referidas a la salud y enfermedad, a dinámicas psicosociales – discriminación, prejuicios y estigmas–, asociadas históricamente al VIH, las cuales están evidentemente más presentes y continúan atacando de manera más fuerte que el propio Sarcoma de Kaposi.
Cristian Ortega
Psicólogo, Doctorante Programa de Doctorado en Psicología
Estudiante Doctoral MIDAP
Universidad Diego Portales
Alemka Tomicic
Dr. Psicología, Investigadora CEPPS-UDP, MIDAP
Directora Escuela de Psicología UDP
