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5 de Septiembre de 2024

Educación sin paraguas

En estos días se discuten las preocupantes cifras de ausentismo y deserción escolar durante los últimos años, y en la búsqueda de respuestas, es legítimo preguntarse: ¿Cómo no vamos a ver un ausentismo escolar si no existen las condiciones para desarrollar un proyecto educativo de forma adecuada?

Por Fernando Cartes
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Fernando Cartes

Fernando Cartes es director de JovenesXChile y estudiante de Derecho.

La tormenta no discrimina; arrasa con todo a su paso. Sin embargo, hay quienes, gracias a la protección y preparación adecuadas, logran sortear el temporal con menor daño.

En el Chile de hoy, la tormenta es la crisis de inseguridad que sacude cada rincón del país, y quienes más sufren son los más vulnerables, entre ellos, los estudiantes secundarios. Jóvenes que han sido testigos de una regresión primitiva en sus prioridades, donde el pilar sobre el cual construyen y toman decisiones ya no es su realidad académica, salir adelante e impulsar un cambio en su generación, sino más bien capear los hechos de inseguridad o simplemente no exponerse a ellos.

En estos días se discuten las preocupantes cifras de ausentismo y deserción escolar durante los últimos años, y en la búsqueda de respuestas, es legítimo preguntarse: ¿Cómo no vamos a ver un ausentismo escolar si no existen las condiciones para desarrollar un proyecto educativo de forma adecuada?

En un entorno donde la tranquilidad es la excepción, más que la norma, el progreso y la calidad educativa de los estudiantes secundarios se ven entrampados. Ese pilar fundamental de la sociedad chilena y factor determinante en la movilidad social, la educación, se está deteriorando a consecuencia de la inseguridad, violencia y factores totalmente ajenos a la labor educativa, dañando las aspiraciones de cada estudiante.

El deterioro del ambiente educativo refleja una crisis profunda, donde la violencia que permea los espacios escolares es solo un síntoma de la ausencia de un Estado capaz de proteger lo más esencial. Esta omisión no sólo socava aquello que nos es propio, la libertad, sino también la educación como herramienta de cambio.

Es en este contexto donde considero crucial hacer valer responsabilidades y, desde los distintos sectores de la sociedad civil, exigir al Estado que cumpla su deber fundante: promover el bien común y desarrollar las condiciones óptimas para que cada individuo desarrolle su proyecto de vida de la mejor manera posible. Hoy, esas condiciones óptimas no existen, y tampoco la promoción constante y permanente del Estado a través de sus distintos poderes para velar por la seguridad.

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