Benjamin Barber y el Poder de las Ciudades
La idea de consenso definitivo, presente en algunos deliberativismos, no aparece en el norte del planteamiento de Barber; para este autor los desacuerdos habitan una dinámica continua y esencial que permite reflejar la diversidad de perspectivas y valores.
Enrique Morales es Cientista Político e Investigador Proyecto Democracia de la Universidad Miguel de Cervantes.
Hoy en día resulta fundamental rescatar la concepción de democracia fuerte defendida por Benjamin Barber (1939-2017). Su pensamiento toma distancia de las versiones liberales y comunitarias clásicas adoptando un enfoque de asociacionismo pragmático en conjunción con una valoración transformadora del conflicto. La deliberación pública y la acción colectiva potencian en su pensamiento la comprensión y gestión de los conflictos. La idea de consenso definitivo, presente en algunos deliberativismos, no aparece en el norte del planteamiento de Barber; para este autor los desacuerdos habitan una dinámica continua y esencial que permite reflejar la diversidad de perspectivas y valores. El conflicto es inherente a la política y motor explicativo de la acción colectiva y la participación ciudadana; para Barber el escenario de mayor expresión se encuentra en las democracias locales, en los ámbitos próximos que posibilitan la construcción de una ciudadanía activa y de una ética cívica compartida.
Los alcaldes, municipios y ciudades se conectan desde un continuo de interacción democrática que perfecciona el modelo de gobernanza y lo redimensiona desde los problemas concretos, desde la escala de las necesidades, desde las experiencias vitales de la gente. Por eso, las posturas prescriptivas, de soluciones importadas o previas no tienen cabida en su pensamiento. Ello desde un sentido filosófico, normativo o práctico se despliega desde la realidad y su dinámica inmediata, no como una pagina en blanco pero si como una realidad que no es obligada o condicionada por abstracciones o recetas. La gobernanza revitaliza la democracia desde sus fundamentos sociológicos, desde sus bases territoriales y desde sus historias de vida.
Para Benjamin Barber las ciudades son el hábitat de la participación efectiva y directa, del debate público que requiere dar rostro a la vida que no se retrata a través de las manipulaciones, dominaciones o populismos. Solidaridad, interdependencia y compromiso cívico mutuo surgen como respuesta al debilitamiento de la cohesión social, de la fragmentación individualista y del anonimato que resguarda la apatía. Las comunidades locales solidarias no son el resumen de un idealismo preconcebido, son por el contrario comunidades activas que quieren superar las inercias burocráticas, los intereses partidistas y las irradiaciones soberanistas, que desde arriba tergiversan intereses locales reales y concretos.
Es vital ver el núcleo de la disfunción entre lo local y lo global, esa diferencia que multiplica la distancia entre la política y la gente, entre las soluciones macro de corte global y aquellas realizadas tomando conciencia de lo próximo y cotidiano. Las ciudades ofrecen la oportunidad para un enfoque más pragmático que redimensiona las problemáticas de transporte, salud, educación o vivienda desde una óptica no ideológica.
Un punto no visto por Barber pero, que resulta relevante, es ahondar en la ciudadanía interna de las burocracias locales; conducir las acciones y decisiones por la vía de la democracia participativa y corresponsable entre funcionarios y ciudadanos. En rigor, la visión aquí es de dos ciudadanías que se intersectan y generan sinergía, tomando distancia de ralentizaciones burocráticas o mezquindades derivadas por operadores políticos que profundizan la miopía respecto al despliegue de la propia coparticipación activa. La ciudadanía interna de los funcionarios y la ciudadanía externa de los habitantes de las ciudades se complementan y se entienden desde un núcleo común integrado.
La diversidad cultural, social y política se visibiliza desde y por las ciudades; el pluralismo se valora desde la interacción diaria, colaborativa e interdependiente. La gobernanza activa, dinámica y flexible que ofrece el pensamiento de Barber sumado a mis sugerencias, nos permite sostener un sentido de comunidad y libertad no anclado en supuestos meramente universalistas o globales. También cobran importancia los barrios, las historias y patrimonios que han nacido en determinados territorios, vinculadas todas esas vivencias a específicas personas y agrupaciones. Los alcaldes y alcaldesas desde su enfoque práctico, directo, horizontal y descentralizado pueden articular nuevas y más efectivas dinámicas de gobierno tendientes a consolidar la acción directa, colectiva y representativa de muchos ciudadanos que buscan la revitalización del ideal democrático.
La democracia más allá de esquemas procedimentales y doctrinarios emerge en estas líneas como un modo de vida, un modo que se comprende desde una realidad, una historia, una memoria, una vivencia, un todo común lleno de anhelos y compromisos. El resto lo construye la gente, lo hace vida la gente y eso, al final del día, es el mayor de los triunfos.