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Con Dios y con el diablo

No se puede, simplemente no se puede, un día querer ser la encarnación misma de la sensatez si antes se aplaudió y promovió una de las mayores irresponsabilidades y desvaríos de nuestra historia contemporánea.

El don de la ubicuidad, esa capacidad de estar en varias partes a la vez, de parecer varias cosas al mismo tiempo, de estar de acuerdo con todos y con nadie, de defender algo con vehemencia y a la vez criticarlo con la misma energía, suele estar muy presente en buena parte de los políticos.

Algunos, tal vez empujados por la vergüenza, lo ejercen con el mayor disimulo posible y otros, despojados de todo pudor, lo hacen casi como con orgullo, sin que les entren balas pese a la más que evidente contradicción.

Algo de eso (o mucho, porque depende de la opinión o juicio que tenga el lector de las intervenciones de Carolina Tohá) hay en varias de las declaraciones públicas de la ex ministra del Interior sobre el desempeño del gobierno del que hasta pocos días fue parte estelar. Tal vez la más estelar.

Hablo de declaraciones públicas, porque creo que todos intuimos bastante bien lo que realmente ella piensa y dice en privado sobre la administración frenteamplista que integró y de sus dirigentes más estelares.

Un día, Tohá nos dice que ella no es continuidad del gobierno de Boric y ese mismo día es capaz de defenderlo, aunque sin especificar bien qué es lo que está defendiendo.

Un día le dice a una de sus adversarias en una eventual primaria de la izquierda, la presidenta del Partido Socialista, Paulina Vodanovic, que si no le gusta el gobierno de Boric “es mejor que se vaya”, pero luego ella misma lo trata como cual leproso, del que hay que tomar una buena distancia para evitar el riesgo de contagiarse.

Un día crítica duro (y con razón) a Jara por no atreverse a calificar a Cuba como una dictadura, pero al otro, no es capaz de hacer lo mismo respecto de China, pese a que como una víctima directa de la brutal crueldad de los regímenes autoritarios, sabe muy bien (y así lo ha dicho en innumerables ocasiones) que el respeto irrestricto de los derechos humanos se debe defender siempre, sin que importe el tamaño de la billetera de las autocracias que los vulneran.

Antes, durísima con Pinochet (de nuevo, con mucha razón). Después, sin problemas para viajes VIP a conocer la empresa del ex yerno del dictador, y menos aproblemada aún para que su partido, el PPD, bajo su presidencia, fuera financiado por la misma Compañía.

Un día, varios para ser más preciso, defiende con ímpetu y emoción la primera propuesta constitucional, actuando como vocera incluso, y, al otro, la critica casi con la misma motivación que la defendió. No se puede, simplemente no se puede, un día querer ser la encarnación misma de la sensatez si antes se aplaudió y promovió una de las mayores irresponsabilidades y desvaríos de nuestra historia contemporánea.

O tal vez se puede, pero se ve muy feo.



El fútbol de antes: Las reuniones triples y el himno inolvidable

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Hoy le cuentas a los niños y no te creen, no pueden llegar siquiera a imaginárselo: seis equipos distintos y seis barras juntas y revueltas durante la misma tarde. Al menos 66 jugadores, sin contar las bancas y los cambios. Seis cuerpos técnicos, seis guardalíneas, tres árbitros y distintos equipos radiales que iban rotando, supongo, igual que los pasapelotas y los Carabineros.

Felipe Bianchi