Milovan es Católica
"Su último semestre en la UC no fue de los mejores. Es cierto. Pero no creo que debió haber salido, y menos de la forma como lo hizo".
Cristian Steffens Z. es Periodista de profesión, Cruzado de nacimiento. Panelista en @Planeta_UC, todos los lunes a las 19:30 horas por Radio Sport Chile.
Iban apenas once minutos de partido y el estadio Santa Laura se paralizaba. Dos hinchas cruzados habían comenzado a escalar la reja de la galería norte, para desde la parte alta, dejar caer un lienzo. En él, la imagen de Milovan Mirosevic haciendo su tradicional celebración con la franja, y una consigna: “Milovan es Católica”.
El árbitro detuvo el partido, pero esta vez no hubo insultos contra los barristas que obligaban una suspensión momentánea del juego. Todas las miradas se dirigieron hacia el centro de la cancha. Allí, vestido con la camiseta de Unión Española, estaba Milovan.
Santa Laura se llenó de tensión. En la galería sur los hinchas de Unión tomaron palco en silencio. En la norte, los cánticos caían cada vez con más fuerza. “Oh dale Milovan” y “Los Cruzados jamás te olvidarán” convertidos en el coro de esa despedida que Mirosevic nunca tuvo en la UC. A muchos nos invadió una extraña mezcla de pena y emoción.
Fueron 303 partidos con la franja en el pecho, el cuarto que más la ha vestido en la historia del club, pero su “despedida” fue con otro color. El partido seguía detenido. El “Milo” recorrió la cancha, y con las manos al cielo, agradeció. Lo hizo con esa misma gente con la que desde 1997, año de su debut, celebró tanto que se convirtió en el tercer goleador histórico de la UC. Pero el partido debía continuar.
Su último semestre en la UC no fue de los mejores. Es cierto. Pero no creo que debió haber salido, y menos de la forma como lo hizo. Desde los once años en el club, para más de 20 años después y en cosa de minutos, ser notificado que ya no iba más, sin mediar siquiera alguna forma que le permitiera seguir cerca. La oferta vino después, pero ya era tarde.
En Santa Laura el partido se acababa. El marcador estaba en cero y se anunciaban los descuentos. Los mismos que Milovan vive en su carrera y que para varios no debía jugarlos en la UC. Injusto, a lo menos, para los que creemos que el fútbol es más que sólo fútbol, y por lo tanto, no es sólo presente. Injusto, para los que creemos que a los clubes no los hacen sólo los resultados, sino que principalmente su gente: hinchas, dirigentes y jugadores. Pero más injusto aún, es tratar de pretender que Mirosevic en la UC, fue simplemente uno más.
Llega el minuto 93. Un centro por la banda derecha del ataque de Unión se mete al corazón del área de Católica, y como escrito por el más morboso de los guionistas, cae en los pies de Mirosevic, que la clava en el ángulo del arco y los sentimientos cruzados. Porque nuestra costumbre siempre fue poder gritar sus goles.
Si los que dicen que Mirosevic fue intrascendente se olvidan que goles como ése lo convirtieron en el cruzado que más tantos le ha hecho a Colo Colo. O que es el jugador con más anotaciones consecutivas en clásicos universitarios. Porque si muchas veces nos quejamos de falta de jerarquía, en las grandes instancias Mirosevic siempre apareció. Y ahora también, pero nosotros no lo pudimos celebrar.
Él sí lo hizo. Un gol en el último minuto es para sacarse la camiseta y hasta subirse a la reja. Él empuñó su mano y lo gritó con sus compañeros. Fue agradecido con el club que confió en él, cuando el de toda su vida no lo hizo. Gana la Unión. Pero nosotros lo hemos visto celebrar campeonatos.
Dos títulos ganó con la UC. Un quinto de todos los que tenemos. Fue capitán y goleador. Pero nunca lo habíamos visto pedir disculpas, y en Santa Laura, lo hizo. Volvió a la mitad de la cancha, apuntó hacia la galería norte y juntó sus dos manos sobre su cabeza. Ningún jugador es más que el club de tus amores, y nada quita sentir el dolor de que te marquen un
gol. Mirosevic también debe haber sentido un poco de ese sentimiento.
Porque los ídolos se convierten en parte de los clubes, y Mirosevic lo es. Y si los partidos jugados, los goles convertidos o los títulos ganados, en este caso para algunos no parecen suficientes; esperen unos años. Termina el partido y pierde la UC. Hoy hay mucha frustración y calentura. Pero qué van a pensar, cuando en cinco o diez años más, vean a un jugador en San Carlos, o a un niño en una pichanga, que hace un gol y para celebrar se lleva su mano al pecho y hace el signo de la franja. Fue Milovan. Y Milovan, es Católica.