De asombros y esperanzas
Claudio Araya es Profesor de la Escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibáñez.
Sobre una página en blanco me animo a escribir estas líneas, lo siento en parte como una necesidad y en parte como un impulso, un movimiento que deambula entre lo emocional y lo reflexivo, quisiera hablar de asombros y esperanzas.
Con esta invitación que me hago a mí mismo (y que les hago), quisiera compartir algunas reflexiones sobre la posibilidad de construir una sociedad y un país más fraterno, no como una utopía, sino aterrizadamente, como una posibilidad que podemos efectivamente construir.
El domingo 25 de octubre en Chile millones de chilenos votamos por el apruebo, lo que significa que se abre la posibilidad para escribir una nueva historia, una nueva Constitución.
Se genera una posibilidad impensada hasta hace algunos meses para construir un proyecto colectivo, y veo por delante incertidumbre y sobre todo mucho trabajo.
Partimos este primer paso con alegría y esperanza, y me ha rondado todo el día la pregunta ¿Cómo no perder esta alegría y esa esperanza en el camino? En especial si es un camino largo y quizás tortuoso ¿Cómo no caer más temprano que tarde en la desesperanza y en la posterior frustración?
Lo primero que me ayuda, es saber que será un camino largo, que tendremos que practicar la paciencia, y que todos los sectores de la comunidad necesitarán ser escuchados, todos.
También me ayuda saber que una nueva Constitución no resolverá todos los problemas, sino que será una oportunidad para comenzar a construir un nuevo modo de relacionarnos entre nosotros. Juntos con una nueva Constitución necesitamos desarrollar (en paralelo) un nuevo modo de relacionarnos unos con otros, más respetuoso, humanizante y fraterno.
Lo que me moviliza es aportar con un grano de arena a construir un Chile y un planeta en el cual mi hijo, y los hijos de los demás se sientan orgullosos de habitar. ¿Es esto posible? Una parte de mí no se la cree completamente, pero otra parte se pregunta ¿y por qué no intentarlo?
Si por delante el futuro no está escrito, esto puede salir o muy mal o muy bien, pero creo que vale la pena intentarlo y tratar de hacerlo lo mejor posible.
No seré yo quien diga qué se debe o qué no debe incluir en una Constitución, soy apenas un ciudadano más, y ya hay tantos que levantan sus banderas por una u otra causa. Y aunque muchas causas me identifican, en especial las que implican reconocernos y mirarnos con mayor dignidad e igualdad, lo que quisiera resaltar, es que más que enarbolar una causa u otra, lo que necesitamos hacer primero es poner los cimientos el diálogo, necesitamos escucharnos, abrir espacios para encontrarnos en el espacio de incertidumbre.
Necesitamos no anteponer una opinión ya cocinada, sino tendremos más de lo mismo y un diálogo de sordos. Si todos quieren decir algo ¿Quién escuchará?
Me parece necesario que se construyan las bases a partir del encuentro humano no determinado, de establecer la voluntad de generar acuerdos que apunten al bien común y no el interés de unos pocos, incluso si simpatizo con ese grupo. Creo que es relevante que no se menoscabe a ningún grupo a priori, ni siquiera a quienes votaron rechazo, porque ellos también forman parte de este país.
Tengamos cuidado con no caer en la infrahumanización o deshumanización del otro, de quien piense diferente a nosotros sean invitados también al diálogo. Necesitamos sostener y abrir espacios de escucha, donde dialoguemos y conversemos desde los argumentos y no desde la descalificación.
Sin dudas la tarea que se viene será ardua y compleja, y creo que solo podrá ser afrontada exitosamente si estamos dispuestos a escucharnos, a crear algo nuevo y si estamos dispuestos a no anteponer los intereses y juicios que ya tenemos, para co-crear, para encontrarnos en un diálogo no determinado a priori.
Hoy es un nuevo día para mí y para esta tierra que llamamos Chile, y quisiera transitarla juntos a ustedes entre asombro y esperanzas.