Desafíos en educación y retorno a clases
Recuperar, reactivar y profundizar son prioridades que parten en el aula, con la acción de estudiantes y docentes, los dos actores más relevantes del sistema educativo; sin ellos, no hay escuela.
Ruth Arce Jara es directora de Pedagogía en Educación Media de la Universidad Diego Portales (UDP).
Volver a clases en 2024 no es solo una cuestión de calendario, es claramente el momento para poner toda la energía en el aprendizaje del estudiantado de nuestro país, independientemente de si este se encuentra en prekínder o está en 4º año medio; no hay tiempo que perder. Recuperar, reactivar y profundizar son prioridades que parten en el aula, con la acción de estudiantes y docentes, los dos actores más relevantes del sistema educativo; sin ellos, no hay escuela.
Esto significa que equipos directivos y de gestión focalicen sus tareas para que ocurra el aprendizaje. También implica que la familia apoye, colabore y se informe acerca de lo que sucede en ella, es decir, firmar las comunicaciones, asistir a las reuniones y entrevistas, y actuar de manera activa en el aprendizaje. Cuando se acaba el horario de clases, el aprendizaje continúa de la mano de una familia que se interesa por lo aprendido. Algo tan simple como preguntar sobre las enseñanzas del día, puede llevar a niñas, niños y jóvenes profundizar en sus conocimientos e incluso ampliar en las familias las miradas del mundo que los rodea.
Es momento también de erradicar frases gastadas y demostrativas de modelos tradicionales, como, por ejemplo, enfocar el aprendizaje en las calificaciones. Lo deseable es generar un interés educativo genuino, que vaya más allá de una retribución y satisfacción momentánea como son las notas.
Asimismo, reflexionar en torno al papel de la escuela como un espacio para interactuar con otros, para aprender a vivir juntos y desarrollar la empatía, el respeto y la tolerancia, debe ser tanto para este 2024 como para el siglo XXI uno de los desafíos y necesidades más relevantes a nivel educacional. Entre 2019 y 2022, el sistema educativo fue interrumpido por factores internos y externos que retrasaron el aprendizaje; si las decisiones que se tomaron a partir de la crisis sanitaria fueron las correctas o no, ya no es momento de discutirlo. Sin embargo, nos queda la tarea más importante para el próximo ciclo escolar: poner en el centro lo que está en el centro; es decir, el aprendizaje de niños, niñas y jóvenes que pierden oportunidades futuras cada vez que ven interrumpido su proceso educativo.
Los minutos perdidos al inicio de una clase, los atrasos reiterados, las inasistencias, impiden que se aprenda lo que se debe aprender en cada etapa de la escuela. Aprender a leer y escribir, sumar y restar, clasificar plantas, hacer un ensayo, presentar un trabajo grupal son todos aprendizajes que contribuyen a fortalecer la autoestima, definir una identidad, identificar intereses y gustos, explorar nuestras capacidades. En fin, todas aquellas cosas que nos permiten ser libres para crear y aportar a la sociedad.
2022 y 2023 fueron años para recuperar aquello que llamamos normalidad. La escuela acogió a sus estudiantes y evidenció sus problemáticas más urgentes, afloró el daño en la salud mental y emocional de años de pandemia, también el rezago en los aprendizajes.
Para 2024, ya tenemos el diagnóstico. Dos desafíos: mejorar la salud emocional y los aprendizajes, de la mano de equipos multidisciplinarios que ponen foco en las necesidades de sus estudiantes y de familias que comprenden el valor de ir a la escuela y de apoyar el trabajo de esta.