Un dilema de derecha
En los Estados Unidos, se ha comprobado la disputa entre la derecha conservadora MAGA tradicional y la nueva “tecnoderecha” liderada por Elon Musk, dónde más allá de compartir ideas, difieren notablemente en el núcleo.
Este año 2025 es un año de expectativas en la política de los países y en la región, tanto por las elecciones presidenciales (Chile) o parlamentarias (Argentina), como por la asunción de nuevos gobiernos que suponen certezas o tal vez sorpresas, como en el caso de Donald Trump en los Estados Unidos.
En este devenir político, hay un replanteo novedoso que parece estar cambiando el tono ideológico en relación a la permanente dicotomía izquierda-derecha, y en este punto hay que destacar avances en la visión de la realidad a partir de nuevas generaciones, de la tecnología, de promesas incumplidas y de la búsqueda del pragmatismo para hacer frente a la inmediatez por sobre los modelos.
En términos electorales, siempre se cuestionó la falta de relato de la derecha frente al encantador discurso de la izquierda y del progresismo.
La derecha es mala y voraz, la izquierda es humana y solidaria. La derecha es economicista y tradicional, en tanto la izquierda es rebelde con causa y por lo tanto, un espacio de seducción.
Pero la derecha (de manera no ortodoxa) parece haber despertado respondiendo al fracaso en los hechos de la izquierda, y lo hace buscando caminos que la relacionen con la sociedad, y no sólo a partir de un eje comunicacional novedoso en cuanto a emisor-mensaje-medio-receptor, sino hasta en el contenido de las ideas. La derecha no es una sola.
En los Estados Unidos, se ha comprobado la disputa entre la derecha conservadora MAGA tradicional y la nueva “tecnoderecha” liderada por Elon Musk, dónde más allá de compartir ideas, difieren notablemente en el núcleo.
Ambas corrientes tienen una coincidencia determinante, la que radica en el anti-liberalismo y en la oposición sistemática al progresismo, especialmente en lo referente a la cultura “woke” y a lo que representan la élites “globalistas”. Pero en esencia, las diferencias comienzan a ser notorias y remueven viejos paradigmas.
La extrema derecha conservadora tradicional siempre ha tenido una perspectiva negativa respecto de la globalización, a partir de una idea localista, nacionalista y hasta de aislamiento.
Si bien la “tecnoderecha” se opone al globalismo, intenta influir de manera global a partir de una guerra cultural en plataformas desde dónde los actores influyen en la política y la sociedad de diferentes países.
En tal sentido, este movimiento es menos nacionalista que la ultraderecha tradicional, es anti-establishment (o anti “casta”), y desafía desde plataformas digitales en busqueda de una anarquía controlada desde el gobierno.
Esa herramienta tecnológica es el avance más notable de una nueva derecha que se anticipó a los tiempos de la izquierda, la que quedó en un plano tan romántico como obsoleto.
De allí que la extrema derecha conservadora, más religiosa; patriarcal y tradicional, queda expuesta frente a una mirada más laica y más flexible, especialmente en el enfoque económico pragmático y directo de la “tecnoderecha”, la que amplifica su relato en redes sociales y en plataformas de internet que permite crear movimientos de base y viralizar un discurso (a veces violento) que esquiva toda censura.
Javier Milei llega al gobierno y gobierna desde un concepto de “tecnoderecha”, diferente al extremo republicano que existe en Chile, y hasta con ciertas diferencias de enfoque respecto a su admirado Trump.
Frente a estos nuevos espacios que combaten al otrora poderoso discurso de izquierda, queda saber que parte de este nuevo modelo incorporan los sectores más moderados, que son tan odiados por la “tecnoderecha” de la misma manera que la izquierda misma. Es que como todo pensamiento extremo (la “tecnoderecha” lo es), aquello que es equilibrado resulta “tibio”.
Pero esos sectores moderados deben reforzar la idea que ser “tibio” en un mundo de extremos, es una demostración de coraje. La democracia liberal y el modelo demócrata social deben recomponer el discurso, tomando el pragmatismo pero no confundiéndolo con arrebatos anarquistas.
Hay una nueva extrema derecha en tiempos digitales, pero eso también es religión y construcción de rebaños domesticados por la Inteligencia Artificial.
La verdadera política, la de acuerdos y la que busca convivencia es la que debe imponerse y para eso replantearse el contenido de un mensaje que, sostenido en la democracia y en las instituciones, debe convencer a quienes se dejan llevar por la inmediatez y por la pasividad que terminan erosionando la libertad verdadera.