
Dicen que vuelven en junio. Que la gira parte en Los Angeles, EE.UU., y que la idea es que coincida con los 50 años de su clásico Physical Graffiti y el reciente estreno de un documental sobre los primeros años de su carrera. Los rumores sobre una posible reunión de aquella institución llamada Led Zeppelin han activado la maquinaria de la nostalgia. Sin embargo, junto al evidente interés que despierta una eventual confirmación de lo que hasta ahora es sólo un trascendido en redes, también queda la sensación de que difícilmente lo harían por necesidad artística, sino más bien por la rentabilidad del mercado del retorno. La pregunta entonces no es si el cuarteto británico, o cualquiera que se lo proponga, puede volver. Sino cuántas veces puedes hacerlo sin perder credibilidad.
El regreso a la actividad de un conjunto importante solía ser un evento extraordinario. The Police, por ejemplo, se reunió en 2007 tras dos décadas de silencio y vendió casi cuatro millones de entradas con una recaudación total estimada en 360 millones de dólares. Guns N Roses sumó 548 millones de la divisa norteamericana entre 2016 y 2019 gracias a la vuelta de Axl Rose, Slash y Duff McKagan. Dos encuentros que hasta hace muy poco tiempo tenían algo de sentido y ceremonia. Sin embargo hoy el comeback se ha convertido en otro cliché del calendario promocional y en una fórmula totalmente predecible.
Lo mismo pasa con la retórica de la despedida que, de tan repetida, ha perdido impacto y credibilidad. Los alemanes de Scorpions, por ejemplo, se vienen retirando desde 2010, pero continúan girando hasta la actualidad (la semana pasada estuvieron en Chile en el Masters of Rock en la que fue su cuarta visita al país desde 2012). The Who, en tanto, montó su “Farewell Tour” en 1982 y desde entonces no ha pasado década en que no se haya presentado en vivo. Kiss viene diciendo adiós desde 2019, pero sumando fechas que incluso le ha llevado de vuelta a lugares donde ya había agotado tickets con la promesa del “último show”.
Y hay más: Judas Priest -que también estuvieron en Chile la semana pasada- sigue tocando, aunque se despidió en 2011; Mötley Crüe terminó su última gira mundial en 2024, justo cuando se cumplían 10 años de años de su supuesto final, y Ozzy Osbourne, que se fue por primera vez en 1992, hizo tres giras llamadas “No More Tours” hasta 2018 y en julio próximo hará un último recital con Black Sabbath, banda que ya había bajado la cortina oficialmente en 2017.
La nostalgia vende y en días en que ya no hay ingresos sólidos por la venta de discos o por los derechos de autor, las giras de retorno o despedida se han convertido en productos comercialmente eficaces, aunque dudosamente emotivos. Si vuelve Led Zeppelin, que desde su disolución en 1980 ya ha “regresado” en 1985, 1988 y 2007, sería otro giro predecible en una industria que ya conoce el truco de memoria. De ahí que hoy, quizás lo novedoso, no es volver, sino saber cumplir con la promesa del adiós.